E l gran gigante de la épica y de las letras norteamericanas, Jack London, regresa a la actualidad de la mano de un proyecto ciertanente gigantesco, y a su altura; la publicación por primera vez en castellano de todos sus relatos, hasta un centenar. Treinta y seis de ellos inéditos hasta hoy para el lector respañol.

La proeza ha corrido a cargo del editor de Reino de Cordelia, Jesús Egido, y de la traductora Susana Carral, quien ha sabido actualizar a London sin perder un ápice de su ritmo, vivacidad y riqueza.

El primer tomo de los Cuentos completos, correspondiente al período entre 1893 y 1902, acaba de aparecer en una maravillosa edición que incluye fotografías del autor y cubiertas e ilustraciones de sus primeros libros.

Este temprano London, ya embarcado en goletas que surcaban los mares del Sur y del Japón, demuestra desde el primer momento, desde la primera línea, un extraordinario músculo narrativo que le permite subyugar al lector con una fórmula infalible de acción, aventura e introspección psicológica.

Demasiadas veces, sin embargo, en sus ediciones resumidas, mutiladas o mal traducidas se ha venido clasificando a este prodigioso autor como meramente juvenil, sin reparar en que los constantes avatares de sus personajes -cientos, miles de ellos- enfrentados a las olas del destino van integrando una amplísima panoplia de sentimientos y emociones, de arquetipos y tipos, una galería humana que, lejos de reflejarse tan sólo en la superficie de cada episodio, desciende hacia los pozos de la naturaleza humana y nos habla con desnudo acierto de nosotros mismos, como igualmente lo intentaría, y lo lograría otro escritor navegante, Joseph Conrad, quien sí obtendría desde un principio el certificado de novelista adulto.

Relato de un viejo soldado, Ensoñación o Haru son algunos de los cuentos inéditos de London que ahora podemos leer por primera vez. Sus originales, con las correciones a mano del propio London, aparecieron tras la ímproba búsqueda de tres especialistas de la Universidad de Stanford, Earle Labor, Robert Leitz y Milo Shepard. Gracias a ellos, y a la traducción de Susana Carral, podemos disfrutar del torrencial y rápido aprendizaje de este monstruo de las letras universales, con el cual muchos crecimos y soñamos.

Un regalo.