La activista Jenny Nyman ha estado recientemente en Zaragoza invitada por la Asociación Palestino-Aragonesa Jerusalem. Nyman trabaja intensamente en la denuncia de la violación de los derechos humanos en los territorios ocupados por Israel y es viuda de Juliano Mer-Khamis, artista árabe-israelí que fue asesinado en abril del 2011 por unos fanáticos --de los que se desconoce aún su identidad-- que rechazaban su defensa de la cultura como arma de integración y que plasmó con la fundación del conocido Teatro de la Libertad.

--Cuál es la situación actual en los campos de refugiados?

--El mismo día que asesinaron a mi marido, me fui a vivir a Haifa, en Israel. Desde las últimas elecciones en Israel hay presencia militar en los territorios ocupados y hay muchas detenciones. La tensión está creciendo y tememos que puede llegar la tercera Intifada, aunque no la quiere ni Israel ni la Autoridad Palestina.

--¿Significa que ahora hay más voluntad política para hallar soluciones definitivas de paz?

--Al revés. Hablan de una solución que pasa por dos estados pero al mismo tiempo los israelís están haciendo incursiones sobre el terreno. Los israelís tienen un control importante sobre la autoridad palestina, que está subcontratada por la ocupación.

--¿La presencia de tantas etnias y culturas en la zona aumenta la dificultad de solucionar el conflicto?

--No creo que el problema sea cultural o religioso. La Historia nos muestra la coexistencia de gente diversa en la zona. Por eso creo que el problema es político y de intereses creados.

--Su marido buscó nuevos espacios con la fundación del Teatro de la Libertad. ¿La cultura es una buena alternativa?

--Iniciativas así son un proyecto hermoso para superar estos conflictos. La cultura es un arma que puede luchar contra las balas. Es uno de los principales objetivos que se planteó Juliano cuando fundó el teatro y que yo también me planteé cuando le acompañé. Quiero ser clara: Juliano no pensaba que la cultura fuera la única forma de resistir. No creía que la resistencia armada en caso de opresión fuera algo equivocado. No estaba convencido de que solo la cultura pudiera cambiar las cosas, pero sí que era una forma muy importante de apoyar las otras formas de resistencia.

--¿Es entonces una nueva vía para abrir mentalidades?

--Hay muchos niveles. El más básico era el de curar las heridas. Cuando Juliano regresó a Jenín encontró una sociedad profundamente traumatizada, apática y sin esperanza. Seis años de Intifada, con asesinatos y detenciones diarias hicieron mella en la población, que se había resignado. Yo también. Pienso que los bombardeos y los atentados suicidas eran la última manera de resistir. No lo justifico de ninguna manera, me parece algo equivocado, pero es significativo para entender el nivel de desesperación. Lo que queremos hacer principalmente es curar la sociedad y al individuo para que se recupere. Juliano decía siempre que la segunda intifada mató la causa palestina porque a los ojos de la comunidad internacional los palestinos habían pasado la línea roja y eran como genéticamente violentos. El otro objetivo del teatro era buscar un modo de cambiar la opinión pública. Intentamos hacer un teatro profesional, formando actores, técnicos, directores... para hacer un teatro que compitiera con producciones internacionales.

--¿Cuál es el legado que dejó Juliano?

--Dos años después estoy empezando a ver lo que está pasando. Todos los que estábamos con él hemos pasado un periodo de decepción y rabia pero hay un grupo de personas que han tomado el relevo de lo que Juliano les enseñó. El concepto más importante era el de la libertad, que puede tener muchas aristas, pero creo que la más importante de ellas es la que comienza en cada individuo. Si una sociedad quiere estar libre de cualquier opresión, antes tiene que ser libre individualmente.

--¿Se verá pronto la influencia que ha ejercido sobre la sociedad de Jenín?

--Está dividida en dos grupos, los mayores de 25 años y los menores. Los más jóvenes amaban el teatro como espacio libre. Los de más de 25 años están muy conectados con la estructura de poder y es difícil pensar que se pueda cambiar pronto.

--¿Es optimista respecto a la solución del problema?

--Mirando el clima actual, muy poco. Pero nunca se sabe. Y eso espero, claro.

--¿Por dónde pasan estas soluciones?

--La solución no va a venir de Israel ni de Palestina si nadie les obliga. Es crucial que la comunidad internacional presione a Israel para cambiar las cosas. Pero el discurso es profundamente enrevesado y hay prejuicios en la comunidad internacional. Hay intereses occidentales y un sentido de la culpabilidad desde la II Guerra Mundial que hace muy difícil que se diga a Israel que no es tolerable lo que está haciendo. Para crear conciencia necesitamos nuevos métodos. Hay muchas formas interesantes de resistencia pacífica en Palestina. No solo el Teatro de la Libertad. Hay una nueva generación muy creativa y llena de energía que está usando nuevos medios.

--¿Nunca pensó Juliano en abandonar?

--Sí, alguna vez, más por frustración que por miedo, aunque no pensaba que el riesgo iba a ser su vida.