El buen tiempo sonrió ayer a las 3.000 personas que se dieron cita en el santuario de Rodanas, entre el somontano del Moncayo y la ribera del Jalón, para celebrar el día del afiliado al Partido Popular aragonés. Proliferaron los sombreros de paja con cinta azul y los abanicos del mismo color entre el público que siguió los discursos en la plaza de ese antiguo poblado perteneciente a Épila.

Había entre los asistentes muchos cargos populares, desde alcaldes y concejales a consejeros de la DGA, como Antonio Suárez y Roberto Bermúdez de Castro. Pero también se habían acercado a Rodanas simples afiliados de toda la comunidad, llegados en autobuses desde todas las comarcas, dispuestos a pasar un buen día oyendo las palabras de Soraya Sáenz de Santamaría, Luisa Fernanda Rudi y Luis María Beamonte.

A solo ocho meses de las elecciones autonómicas y municipales, los asistentes al acto de exaltación popular fueron a cargarse de argumentos que luego difundirán por sus pueblos y ciudades. Pues la cita de ayer era ante todo una forma de movilizar a las bases, el pistoletazo de salida de una larga precampaña.

Con todo, la política no pudo con la "verbena", como dijo la vicepresidenta del Gobierno, y los asistentes se repartieron rápidamente por las colas donde se repartía vino y bocadillos de longaniza con el mismo entusiasmo con el que habían aplaudido a sus líderes.

"Me ha gustado el discurso de Soraya", comentó Tatiana, una joven de Nuevas Generaciones. "Ha expuesto muy bien las ideas, con mucha claridad, y ha empleado a veces un tono coloquial que conecta muy bien con la gente", explicó.

De hecho, la vicepresidenta se dio un pequeño baño de multitudes tan pronto como bajó del estrado y recorrió la distancia que le separaba del sitio elegido para comer, entre puestos de alimentación y de artículos de artesanía.

Un experto en cetrería hizo las delicias de los asistentes con sus águilas harris, el azor y los búhos, que miraban como sorprendidos a la concurrencia que se repartió bajo las carpas para comer.

Había personas mayores, pero también niños y jóvenes de ambos sexos, todos con el sombrero de paja que les daba un aspecto un poco vaquero. Y entre ellos no faltaron los que se acercaron a un camión, situado junto al estacionamiento de coches, donde se hacían extracciones de sangre.