El prelado turolense Juan José Omella (natural de Cretas) , en sustitución del cardenal Lluís Martínez Sistach. Después de once años en el obispado de La Calzada-Logroño y su paso por la diócesis de Barbastro-Monzón, afronta su nuevo cargo "con mucha emoción" y "libre de prejuicios".

--¿Cómo ha vivido la ceremonia de la catedral?

--Con mucha emoción, contento por ver a tanta gente arropando y rezando por el nuevo obispo (ríe). Han venido dos autobuses desde Cretas y de los pueblos en los que he sido sacerdote. Al acabar la misa me he podido acercar a saludarles uno por uno, aunque tenían prisa porque muchos debían coger el autobús o el tren. Han venido desde Aragón y La Rioja. Ha sido muy entrañable y cariñoso.

--En su homilía ha destacado la importancia de la reconciliación y ha rechazado la exclusión. ¿Cuál era su objetivo?

--El mensaje es el mismo que el del evangelio, el de la comunión y la fraternidad. El pastor tiene que procurar recoger a la oveja perdida. Y se ve en la sociedad que se fractura por mil razones, no solo por las políticas: también hay familias que se rompen porque falta amor.

--Pero en un contexto como el actual es inevitable hacer una lectura política...

--La política acapara muchas páginas y mucha tinta. Pero, ciertamente, nos tienen que gobernar y unir desde la política. Ahora que vemos que está todo fracturado, a nivel de todo el Estado, es el momento para buscar el diálogo, la sensatez e incidir en el interés por el bien común, que siempre debe estar por encima del interés particular. A veces en la política se olvida que todos tenemos algo que aportar y es el momento de ejercer el arte del diálogo: ceder todos un poco para encontrarnos.

--¿Cuál cree que es el camino después del 20-D?

--Las personas sensatas es lo que dicen: los pactos. Los obispos en abril reclamamos entre otras cuestiones un gran pacto social, para superar la pobreza. Ahora es el momento de hacer grandes pactos, como los de Toledo, y siempre hemos tenido en España épocas en las que son necesarios. Hay que ceder de un lado y de otro por el bien de la sociedad para conseguir que sea más humana sin imponer ninguna postura.

--En Cataluña la primera fuerza defiende el derecho a decidir.

--Insisto en la necesidad del diálogo. Como pastor, no puedo entrar a decir lo que los políticos tienen que hacer. Pero trabajaré en la línea de ayudar al diálogo por el bien común.

--En su homilía también reclamó que para evangelizar no pueden "anclarse en viejos métodos". ¿Es el momento de la regeneración en la Iglesia?

--Ya lo dice el papa Francisco: el mensaje no varía pero las personas sí y por lo tanto hay que presentarlo de otra manera. Siempre esperamos que el otro venga donde estoy, pero el camino debe ser ir hacia el otro y que el otro haga lo mismo.

--¿Supone esto que la Iglesia podría aceptar otros modelos de familia, como cambios que se producen en la sociedad?

--La historia es muy sabia, y desde hace muchos siglos el matrimonio está compuesto por un hombre y una mujer, y cambiar eso nos lleva a mucho dolor. Lo que va contra la naturaleza no produce satisfacción. Ahora hay muchas rupturas, pero el conjunto padre-madre es lo que equilibra. No hay que trastocar la ecología ética del ser humano: cambiarlo todo puede dar dolor.

--Pero el papa Francisco sí hizo un discurso más cercano a los homosexuales...

--Está el respeto por la persona y el respeto a la ley moral. Yo te respeto, te quiero como hijo, pero no estoy de acuerdo con ese camino. El Papa se acerca al dolor de las personas pero no cambia su mensaje.

--En Aragón sigue preocupando la devolución de los bienes eclesiásticos. ¿Cuál será su postura?

--La de siempre, recuerdo que es un asunto que incumbe a Lérida y Barbastro. Pero, hay una sentencia. Cúmplase, que estamos tardando. Y yo en lo que pueda desde Barcelona estaré dispuesto a ayudar.

--Afirma que llega a Cataluña "libre de prejuicios". ¿Cuál va a ser su fin desde el arzobispado?

--Primero conocer el pueblo y sus costumbres y aprender mejor su lengua, porque no se puede amar aquello que no se conoce.