A veces no hace falta ser un banquero de postín para enriquecerse. Basta con ser un bancario con muy pocos escrúpulos. Como los que presuntamente caracterizaron a José Luis G. B., al que 24 de sus familiares, amigos, conocidos y clientes acusan de haberles estafado un total de 480.935 euros inventándose un producto bancario --bonos de empleado, en la mayoría de los casos-- que les iba a dar una gran rentabilidad. La Fiscalía pide para él diez años y tres meses de prisión por delitos de estafa, falsedad documental y apropiación indebida.

El acusado, que próximamente se sentará en el banquillo de la Audiencia Provincial de Zaragoza, lleavaba trabajando en Barclays --de donde fue despedido-- desde 1993, pero sus presuntas fechorías comenzaron a finales del 2007, cuando trabajaba en la sucursal de la plaza San Francisco. Según el ministerio público, por entonces urdió la trama de ofrecer a sus víctimas los bonos de empleado, que directamente se inventó, y que presuntamente ofrecían intereses de entre el 6% y el 15%.

AFECTADOS

Entre los afectados figuran primos suyos, una tía y familiares más lejanos. Les hacía creer que ingresaba el dinero a cuenta de estos productos, con un vencimiento a corto plazo, pero el dinero no llegaba a la entidad, mucho menos para un bono ficticio.

Aún así, Barclays ha resarcido a las víctimas que considera estafadas en su nombre; de hecho, muchas se han retirado del procedimiento, lo que aumentaría el número de afectados. Pero muchos de ellos --representados por los letrados María Pilar Hernández Blasco, Olga Oseira, Víctor Ruiz de Diego o Enrique Trebolle, entre otros-- , y la Fiscalía, mantienen a la entidad como responsable civil subsidiario en el pago de algunas de las presuntas estafas.

La mecánica varía ligeramente de caso a caso, pero generalmente lograba convencerles de que entregasen cantidades en la medida de sus posibilidades, devolviéndoles pequeños ingresos en forma de rendimientos. Cuando solicitaban la devolución de lo invertido, el dinero había desaparecido. Los documentos que les entregaba se demostraron falsos cuando las víctimas acudieron al banco por su cuenta. Los que no, eran contratos de préstamo privados, y en ocasiones era deuda reconocida. Pero no devuelta.

Entre los casos destaca el de un cliente al que el acusado presuntamente entregaba justificantes del pago de un préstamo hipotecario, que en realidad no abonaba. El juzgado notificó al hombre que le iban a ejecutar, y este fue el banco a reclamar. José Luis G. B. le dijo que no pasaba nada, e incluso le convenció de aportar otros 13.000 euros.

DOCUMENTO FALSO

Tras un nuevo aviso judicial, llegó a entregarle un documento del juzgado falsificado, a partir de uno que tenía en casa. Tuvo que reunir otros 33.000 euros el mismo día de la subasta de su piso para evitarla.

A otro, después de haberle reconocido la estafa y pedirle que no dijera nada, le firmó unos reconocimientos de deuda. Pero siguió pidiéndole para sus deudas, y no ingresó cheques que el cliente, pariente lejano, le daba. Así hasta crearle un agujero de casi 110.000 euros.