La muerte de la pequeña M., de apenas 26 días, en el 2014, se produjo como consecuencia del fuerte zarandeo al que la sometió su padre, Rachid Belarabi, tras haberle causado tres golpes en la cabeza producidos por dos objetos romos distintos. El mismo mecanismo causó a su hermano mayor, I., hasta 15 fracturas óseas por las que acabó ingresado en el hospital Infantil de Zaragoza, en el 2015, aquejado de continuos lloros y vómito. Un maltrato en el que también participó la madre de los menores, Bouchra Sadki, y con el que además denigraron a ambos bebés. Así lo consideró el jurado popular que, tras cinco días de juicio y unas 10 horas de deliberación, consideraron ambos episodios fruto de una negligencia, no de una intención.

Tras el fallo del jurado popular, el fiscal, que pedía hasta 28 años de prisión para Belarabi por asesinato de la menor y 8 para Sadki, tuvo que rebajar sus pretenciones y fijó la solicitud en siete años y diez meses de prisión para el padre (cuatro y medio por homicidio imprudente, tres por delito contra la integridad moral y seis meses por lesiones) y tres años y diez meses para la madre, por los dos últimos delitos. Ya anunció, al pedir las penas inicialmente alternativas, que recurrirá ante el Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA).

El abogado de la defensa, Eladio Mateo, pidió por su parte la condena mínima para la pareja, que sería de un año y diez meses para Rachid Belarabi y diez meses para Bouchra Sadki, quien a la salida de la vista, seguía proclamando su inocencia e insistía en que quiere recuperar la custodia de su hija mayor (no afectada por este caso) y la del pequeño I., a los que quiere «muchísimo».

Quizá por el precedente de la sentencia contra Francisco Canela por el homicidio de Robert Racolti, anulada por falta de motivación (el juicio se repetirá), el jurado se explayó ayer con los elementos de convicción que le llevaron a adoptar sus decisiones.

El portavoz citó sobre todo los informes de los forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) y del personal sanitario del hospital Infantil, que para ellos acreditaron suficientemente el mecanismo de producción de las lesiones; por contra, la prueba pericial de la defensa «no convence a este jurado», aclararon, al considerar que las heridas «no pueden deberse a causas ajenas» a la acción de los padres, como el raquitismo o el fajado (envolver al bebé en un hato) propio de Marruecos.

Los forenses expusieron que la niña presentaba tres lesiones en tres zonas distintas de la cabeza, producidas con al menos dos objetos romos distintos, «no compatibles con ninguna zona del cuerpo humano», al haber argumentado el padre que se le cayó a las rodillas. La muerte sobrevino por la hemorragia cerebral fruto del zarandeo, lo que constató la hemorragia retiniana, que en un 85% de los casos acredita el «síndrome del bebé zarandeado».

En cuanto al hijo, citaron no solo la pericial forense que acreditaba las 15 fracturas óseas, a su juicio debidas al mismo mecanismo, sino el hematoma que tenía en la espalda, que sus padres atribuyeron a un chupete que se le quedó en la silla en un viaje, algo que el jurado no cree.

Esta «conducta agresiva y reiterada» es para el jurado «denigrante para cualquier persona, independientemente de su edad», por lo que también les achacan el delito contra la integridad moral. Sin embargo, creen que no tenían intención de matar ni lesionar -ni se podían figurar el resultado- , sino que lo hicieron por no tener el más mínimo cuidado. Lo cual rebaja los delitos y su pena de dolosos (intencionados) a culposos (imprudentes).