Mikel M. J. admitió ayer que en la madrugada del 13 de septiembre del año pasado agredió a José Carlos F. S., haciéndole perder un ojo como consecuencia de las lesiones. Pero lo hizo, explicó, tras recibir él mismo algún golpe al mediar en una pelea entre la víctima y sus amigos, en el bar Infinity del barrio zaragozano de Delicias. Pero negó que utilizara un vaso para golpearle y que, una vez el herido se fue al baño a limpiarse, volviera a apalearle, con sus amigos.

Visto el resultado de la pérdida ocular, los detalles escuchados ayer en la Audiencia Provincial de Zaragoza pueden parecer banales, pero no lo son. Entre la versión de la víctima y el acusado median nada menos que diez años y medio de prisión: la defensa, a cargo del penalista José Cabrejas, pide seis meses de cárcel por lesiones por imprudencia, mientras la Fiscalía y la acusación particular lo elevan a once años por lesiones con alevosía, un golpe sorpresivo y «salvaje».

Ambos creen más verosímil la versión en la que, a grandes rasgos, coincidieron ayer el agredido y la mujer que le acompañaba y que trató de auxiliarle.

Según contó José Carlos F. S., él bajó al bar a las 2.00 horas, a comprar tabaco, pero como conocía al dueño del local, se quedó hablando con él. Ya lo estaba haciendo otra chica, Raquel, y se pusieron a hablar entre ellos. Él le propuso enseñarle a bailar tango, una de sus ocupaciones, e incluso pensó en ella para ser actriz en la película que estaba preparando, de la que le exhibió un tráiler en el propio bar.

La mujer no recordaba nada de haber hablado de actuar, ni de ningún trailer, pero sea como fuere sí coincidieron en que, sobre las 3.30 horas, ambos se dispusieron a marcharse del bar.

Según contó José Carlos F. S., le propuso a Raquel que le acompañase, si quería, a ver su cercano estudio de baile. Y al oírlo, un joven de una pandilla que estaba cerca le dijo «nosotros también vamos».

ESTALLIDO / Ante la propuesta, narró el lesionado, «yo le dije que no, y entonces agarró una copa tipo las de balón y a una velocidad grande me la estalló en la cara, sonó el estallido del cristal». Luego se metió al baño, y según dijo, al salir le volvieron a golpear con patadas en la cara, causándole una lesión de nariz. La mujer, que llamó al 061, dijo que le sacaron del baño.

El vaso roto estaba en el bar, confirmó el dueño del mismo, que lo entregó a la Policía. Pero también es cierto que no tenía restos de sangre, ni huella de ADN que incriminen a Mikel M. J. como quien lo utilizó.

Para los forenses, tuvo que utilizarse algún instrumento contudente para causar el estallido del globo ocular, más allá de un simple puñetazo. Además, pusieron en duda que con una combinación de golpes no quedaran marcas en la órbita del ojo.

Para los especialistas médicos aportados por la defensa, por contra, si se hubiera utilizado un vaso habría cortes en los alrededores del ojo, cuando no presentaba otras heridas.

Mikel M. J., que ya fuera absuelto como encubridor del crimen de la calle Contamina (una muerte por un puñetazo), se mostró «muy arrepentido» y dispuesto a compensar a la víctima.