En agosto se cierran camas en los hospitales, se reducen las consultas y cae la presión asistencial en Urgencias, pero la ayuda a los enfermos no se detiene. Ni siquiera se frena. Da fe de ello Clara Sempere, trabajadora social que colabora con la Asociación Española contra el Cáncer en Aragón.

-¿Cuántas personas acuden a pedir ayuda durante el verano?

-Puede que baje el volumen durante alguna semana pero la pasada, por ejemplo, no dimos abasto. Es verdad que muchos tratamientos se paralizan y las consultas se retoman en septiembre, pero las problemáticas a nivel social y económico siguen ahí y no la ayuda a enfermos de cáncer no entiende de vacaciones. La gente acude independientemente de la fecha. Nosotros no paramos en verano ni dejamos nada para septiembre. Entre mi compañera y yo nos turnamos porque la demanda exsite.

-¿A cuántas atienden durante el año?

-El año pasado asistimos a unas 700, es decir a unas 4 cada día.

-¿Cuál es el perfil de personas que acuden a ustedes?

-Tanto pacientes como familiares. Lo que más se demanda es atención psicológica, para la que derivamos a nuestros psicólogos. Del resto de problemáticas nos encargamos nosotras. Hay muchos perfiles, pero los dividimos en dos problemáticas o necesidades especiales: personas que ya tenían un problema social o económico de base que se ha agravado con el cáncer y pacientes sin esa problemática pero que han visto cómo la enfermedad ha reducido sus ingresos y tienen dificultades para asumir gastos y recurren a nosotros.

-¿Cuál es su función?

-Por ejemplo, ayudamos a buscar empresas de ayuda a domicilio u orientamos en el tema de las ayudas sociales en torno a la discapacidad o incapacidades. Pero también pagamos determinados conceptos como los destinados a la medicación. Por ejemplo, cremas para pacientes de radioterapia que suponen un coste de 60 euros. Podemos pagar alimentación o material siempre dirigidos al paciente, aunque la familia, por supuesto, también se benefica de ello. También disponemos de un servicio de alojamiento al servicio de personas que vienen al hospital desde pueblos y que, por ejemplo, se pegan cuatro horas de viaje para diez minutos de radioterapia.

-¿Va bajando la demanda en relación a años anteriores?

-Llevo un año y medio con esta función, pero sí le puedo decir que mucha gente no podía imaginarse hace unos años que iba a estar ahora pidiendo ayuda. Estamos en una coyuntura económica marcada por el aumento del paro o la reducción de las ayudas sociales y eso ha afectado a muchas personas. Tratamos, por ejemplo, a autónomos a los que antes les iba muy bien pero que ahora precisan ayuda para la medicación porque le han diagnosticado cáncer y necesitan los 60 euros de la crema destinada a enfermos de radioterapia para comprar comida para toda la familia. Intentamos llegar donde no llegan las instituciones públicas o colaborar con ellas para que estas personas tengan cubiertas sus necesidades.

-Habrá casos especialmente duros...

-A nivel emocional, también nosotros necesitamos cuidarnos. Es fácil conectar con estos pacientes porque el cáncer afecta a todos sin distinción. Los casos más delicados son de personas a las que el cáncer ha agravado su problemática situación en cuanto a una exclusión social de base o personas que ven cómo la enfermedad alarga su situación de paro o víctimas de problemas de vivienda a las que les llegan a echar de casa.