Berta Meneses, religiosa de la congregación filipense y maestra zen de la escuela Sandbodkyodan en España, participó ayer junto a representantes de diferentes escuelas filosóficas en una mesa redonda en la que debatieron la aportación que las distintas religiones pueden hacer a la nueva cultura del agua y desvelaron las cualidades más espirituales del agua.

Para Meneses, las civilizaciones antiguas "tenían una actitud de mayor respeto por la naturaleza y el agua porque creían que formaban parte de ellas". Algo que no ocurre en nuestros días porque "tratamos las cosas como bienes de consumo, no somos una comunidad con los otros seres, ejercemos un poder de dominio sobre ellos". Esa actitud "prepotente" y que "sitúa en primer lugar el dinero" es, según dice, lo que debe cambiar para avanzar en una nueva cultura del agua, que deje de considerar exclusivamente el bienestar actual e inmediato y piense en el bienestar de las generaciones futuras.

Como maestra de meditación Berta es conocida como Chosui-An, que significa Ermita del agua que purifica. Esa característica simbólica del agua como elemento purificador está presente en muchas religiones, entre ellas la cristiana. Pero esta barcelonesa ha indagado en la tradición del budismo zen para descubrir numerosos textos y sutras relacionados con el agua, además de historias que reflejan el respeto al agua y a la naturaleza que están en esta filosofía.

Una de las aportaciones más importantes del budismo con respecto al agua y el medio ambiente es la cosmovisión que propugna. "Hay una imagen, llamada la red de indra, en la que todos los seres (plantas, animales, ríos..) que formamos parte del planeta somos los nudos de una red tridimensional y cualquier acción de los seres repercute en toda la red", explica. Esta visión aleja al hombre de la idea de que es el centro del universo, es una imagen "básica" en la experiencia de la meditación y esa experiencia zen "es la base de una ecología profunda, porque no podemos ser indiferentes a ninguno de los elementos del cosmos y menos al agua que es la materia que constituye a todos".

La meditación zen invita a la contemplación de este recurso como contenedor de cualidades espirituales que pueden inspirar la actitud humana. El agua es un elemento fluido, impermanente, "todo en la vida es impermanente y eso es una actitud de no apego, de ser más capaz de adaptarte a las circunstancias", apunta, pero además "el agua, por no ofrecer resistencia, es invulnerable". Estos valores se oponen frontalmente a la dualidad que impera el pensamiento actual acerca de la relación de hombre y naturaleza.

Son actitudes que, en su faceta como profesora de Matemáticas, también procura transmitir a sus alumnos. "La gente joven es muy sensible a todo esto, más que mi generación, pero la sociedad en la que se mueven no lo hace fácil, es difícil nadar contra corriente", concluye.