-¿Resulta complicado para el derecho dar cobertura a las innovaciones?

-Sí. El derecho, en muchas ocasiones por ignorancia, por desidia o por otras finalidades, pone muchas barreras a la innovación. Esto suele ser bastante negativo porque la innovación es imparable y lleva a que acabe saltándose el propio derecho. No resulta fácil pero hay que hacer esfuerzos para que este se encauce y dé cobertura a los cambios porque si no, acaban dándose igualmente de manera incontrolada.

-¿Están teniendo un buen encaje legal en España las iniciativas de gobierno abierto?

-Sí que se están desarrollando mucho, incluso a veces, como se ha convertido en una moda, de manera excesiva. Contamos con leyes de transparencia estatales, con más de una docena de leyes autonómicas y con centenares, sino miles, de ordenanzas municipales en todo el país. Pero en general, es un balance bastante positivo.

-En el caso de Zaragoza, ¿cómo ve la normativa que lo regula?

-Desde el punto de vista de gobierno abierto incluye varios ingredientes, pero uno muy importante es la transparencia. La ordenanza municipal de Zaragoza fue pionera en toda España. Tanto es así que se copió en buena medida para la ordenanza marco de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) e incluso es previa a la ley estatal de transparencia. Igual que ha sucedido con otras normas, hoy se puede actualizar después de ver la práctica durante más de cuatro años.

-¿Y la plataforma?

-No la manejo directamente pero sí que soy consciente de que Zaragoza destaca porque lleva con personas al cargo desde hace más de 15 años y eso es bastante poco habitual en España. Eso le da una ventaja muy fuerte al ayuntamiento. Tiene una plataforma muy robusta y lo que hace Zaragoza en materia de participación y gobierno abierto es relativamente llamativo en el resto de España.

-¿Tienen el éxito deseado estas plataformas de participación?

-Está claro que la participación, en el sentido de democracia deliberativa, es necesaria y puede ser útil. Pero la realidad aún no constata que seamos una sociedad participativa. Pasa especialmente en los países latinos, que no tenemos una cultura participativa, a diferencia de muchos países, sobre todo anglosajones. Esto tiene algunos riesgos: los sectores más activos son los que, al final, acaban sacando rendimiento a estas herramientas, pero sus objetivos no siempre se corresponden con lo que es mayoritario en la sociedad donde se aplican.