Guillermo S. M., de 28 años y considerado en medios policiales de Zaragoza como un "delincuente habitual de poca monta", debería plantearse seriamente un cambio de oficio. Desde que alcanzó la mayoría de edad, cuenta con un promedio de dos detenciones cada año, pero en la madrugada de ayer batió un récord de torpezas y la Policía y los bomberos tuvieron que rescatarle del falso techo en el que había quedado atrapado.

El presunto ladrón había decidido dar un golpe en unz tienda de fotografía (Foticos) ubicado en la calle de San Juan de la Cruz, para lo que forzó la persiana en la medianoche. Hasta ese momento todo había ido bien, pero la jornada se torció entonces. La persiana se bajo sola y el delincuente quedó atrapado en su interior.

Guillermo buscó entonces una vía de escape para salir del establecimiento, por lo que se dirigió al servicio y picó en el falso techo. Sólo consiguió destrozar el inodoro, porque tras la escayola sólo había un hueco cerrado.

No se desanimó el delincuente y volvió a realizar una cata en otro punto del establecimiento con idéntico resultado que la vez anterior. Finalmente, al tercer agujero encontró un camino que se abría en dirección a la calle.

Allí se metió Guillermo y reptó hacia su salvación, pero se encontró con un muro infranqueable, con la agravante de que no podía seguir ni echar marcha atrás. Estaba totalmente atascado.

El delincuente creyó morir emparedado y se puso a gritar pidiendo auxilio. Un vecino que tenía el sueño flojo oyó los alaridos y llamó al 091 para alertar a la Policía de que alguien estaba en peligro.

Los agentes de la dotación policial personada en el lugar dedujeron que aquellos gritos sólo podían proceder del interior de la tienda, por lo que volvieron a levantar la persiana y advirtieron lo que ocurría. Eran las dos y media de la madrugada y el propietario no fue encontrado. Ante la urgencia del caso, se avisó a los bomberos.

Tras estudiar la situación, se decidió que la forma más eficaz para excarcelar al ladrón era abrir otro boquete en el falso techo a la altura del escaparate.

De esta forma, Guillermo, con un gran susto en el cuerpo, se vio liberado de su atasco. Los calabozos de la Jefatura Superior de Policía, a donde fue conducido, son más espaciosos que el falso techo del comercio.

El delincuente no pudo robar una perra en la tienda, pero ésta quedó con el servicio destrozado y con más agujeros de un queso. Definitivamente, para el oficio de ladrón hay que ser menos torpe.