En silencio. Así se extingue, poco a poco, la vida en la llamada Serranía Celtibérica, un territorio que se extiende por diez provincias españolas y al que se conoce como la Laponia del Sur por su bajísima densidad de población, con menos de 8 habitantes por kilómetro cuadrado.

La historia de esta zona de España fría, rural y montañosa, condenada al olvido desde hace décadas, se hace oír estos días gracias a la publicación de un libro que explica cómo es la vida de sus moradores, abocados a una muerte demográfica que hoy parece poco menos que irremediable.

"Los últimos. Voces de la Laponia española" (Editorial Pepitas de Calabaza) recoge el testimonio de cerca de medio centenar de vecinos, algunos de ellos los únicos habitantes de sus aldeas, erigidos en testigos privilegiados de su progresiva desaparición.

Todo comenzó con la elaboración de un reportaje para el diario regional en el que trabaja el periodista valenciano Paco Cerdà (Genovés, 1985), autor de esta obra que resume su viaje de 2.500 kilómetros por este territorio.

"Me fui a una aldea valenciana, la más remota respecto a la capital, Arroyo Cerezo. Y de repente me encontré en el sitio más extraño que había pisado nunca, el más diferente respecto a mi día a día en el que había estado, más que en Pekín, Berlín o cualquier otra ciudad extranjera que haya visitado", relata.

Pueblos sin electricidad, sin cobertura telefónica, ni internet, normalmente de difícil acceso incluso por carretera, donde las condiciones de vida son duras y en los que el silencio y la soledad impresionan al visitante.

Tras vislumbrar la historia que tenía entre manos, Cerdà decidió ir en busca de "la zona cero de la despoblación, el punto justo donde el tumor de la soledad se transmuta en metástasis extrema de la desolación", como se puede leer en un capítulo del libro.

"El foco lo coloco en dar a conocer la vida de personas como Faustino, en Tobillos (Guadalajara), que es el único que queda en su pueblo. ¿Qué pasará cuando Faustino se vaya o se muera? Con él y con tantos otros desaparece un pueblo, una forma de vivir, una cultura".

Los datos son elocuentes: la Serranía Celtibérica abarca 1.355 municipios repartidos por Soria, Teruel, Guadalajara, Cuenca, Valencia, Castellón, Zaragoza, Burgos, Segovia y La Rioja.

Con un tamaño de unos 65.000 kilómetros cuadrados -el doble que el de Bélgica y el triple que Eslovenia-, apenas cuenta con cerca de 480.000 habitantes, el 1 % de la población española, lo que arroja una densidad demográfica sólo equiparable a la de la Laponia boreal.

De constituirse como una comunidad autónoma, este territorio sería la tercera región más grande del país; sin embargo, es precisamente esa falta de articulación política uno de los motivos que explican su abandono, ya que no disponen de una voz única para defender sus intereses.

"Existe un conflicto político latente que no nos cuentan y que repercute en la desigualdad en materia de comunicaciones, servicios y posibilidades reales -respecto a la costa o las grandes urbes- que sufren estas zonas", argumenta el autor del libro.

Este mundo "súper rural", como lo define Cerdà, también permite al lector reflexionar sobre conceptos como la capacidad de lucha y sacrificio, el idealismo o incluso las víctimas que crea la globalización y el capitalismo.

A lo largo de su viaje se encuentra con personas insatisfechas, pero también a gente feliz a la que no le hace falta más compañía, ni más comodidades para serlo. No obstante, todos coinciden en un punto: la sensación de ser "víctimas de una desigualdad, de un abandono sempiterno que les ha hecho la vida más difícil".

Cerdà confía en que la polvareda levantada por la obra -la editorial ya prepara una segunda edición- sirva al menos para dar a conocer su situación y sacar del olvido a ese 1 % de la población española que se resiste a dar su brazo a torcer ante un fenómeno al que se llama "demotanasia", entendido como "el proceso de muerte de un pueblo por acción u omisión de acciones políticas".