-¿Su percepción es que solo queda un año o que aún queda uno?

Que solo queda un año y que tenemos que darnos prisa en acabar el proyecto. Tenemos la sensación de urgencia. Hay bastantes proyectos en marcha por consolidarse o acabarse.

-Salvo el Mercado Central, ¿qué obra de inversión reconocible va a quedar en Zaragoza?

De las que acabarán o en marcha, tendremos los depósitos de agua de Pignatelli, la Imprenta Blasco, los Baños Judíos, la prolongación de Tenor Fleta, la avenida Cataluña, el Óvalo, la primera fase del centro cívico de Rosales, las nuevas viviendas del parque público, las de cesión de uso, los mercados de Parque Venecia o la Estación del Norte... Hemos puesto las bases para cambiar ese modelo expansivo anterior, pero a veces tenemos la sensación de que dejaremos mucho trabajo hecho que se verá en la próxima corporación.

-¿Y qué sensación provoca, teniendo en cuenta que ZeC no tiene asegurado repetir mandato?

Algunos proyectos se han retrasado por las dificultades en la negociación. Los depósitos de Pignatelli habrían estado hechos si no hubiera costado año y medio la negociación. O el Mercado Central, que intentamos concitar intereses de vecinos, comerciantes y el ayuntamiento. Aunque hubiéramos querido correr más, la ciudad, sus dinámicas no se transforman en cuatro años.

-¿No será una falta de ambición del Gobierno de la ciudad? Como se recuerda estos días con la Expo, Zaragoza cuando quiere puede transformarse en tres años.

Con 3.000 millones de inversión todo es siempre más fácil.

-El urbanismo de las cosas sencillas que defiende, ¿no cree que eso no ilusiona al ciudadano?

Siempre se ha intentado hacer a golpe de gran evento, que tienen siempre una parte de ilusión y otra de bajón emocional después. Dejó un parque y equipamientos pero la sensación de que te pones en el planeta no es tal. Tiene parte de espejismo, eres importante 3 meses y luego te viene el ocaso.

-También dejó un aeropuerto, un cercanías, los cinturones...

Claro, claro. Nunca habrían llegado tantas inversiones del Estado. Todo cambia si pensamos que todo eso es dinero público y que un puente que se valora en 20 millones acaba costando 90. Habría que determinar si eso es bueno o malo. Había mucho dinero y parece que como viene de Madrid no nos tiene que preocupar pero no debería ser así. Y un elemento clave para que saliera la Expo fue desarrollar Arcosur y las 1.500 viviendas para comprar el meandro. ¿Lo vamos a pagar caro? Ya lo estamos haciendo, en dinero y las personas que ya viven allí.

-¿No le gustaría decidir en qué invertir 3.000 millones a solo arreglar baldosas o alcorques?

Si tuviera garantizado 3.000 millones pagaría directamente y sin concesión una segunda línea del tranvía. Esa es una inversión que ayuda a la ciudad, no recalificaría un meandro. El urbanismo de las cosas sencillas no está reñido con invertir 10 millones en el Mercado Central pero tiene más que ver con dedicar 4 millones a la operación baldosa y poner la ciudad guapa.

-¿Qué le parece el proyecto de la Ciudad de la Movilidad para el Pabellón Puente? ¿Y por qué el ayuntamiento queda apartado?

Nos lo explicó Ibercaja, nunca el Gobierno de Aragón, que parecía lo lógico. Y ya les dijimos que nos sobraban expositores y nos faltaba más transporte público y, sobre todo, energías renovables. El debate de la movilidad eléctrica, que ya estábamos abanderando desde el ayuntamiento, puede ser falaz si solo sustituimos el vehículo a motor por otro eléctrico. No nos gustaría que se enfocara como un cúmulo de expositores de coches.

-Hablando de transporte público, el impulso a la segunda línea del tranvía se decidirá en la siguiente legislatura. ¿ZeC quiere?

Los zaragozanos pueden tener la certeza de que la segunda línea del tranvía estará en construcción en la próxima legislatura. Tengo dudas de que en esta se pudiera hacer, porque faltaba el debate del recorrido, estábamos en mitad de una crisis y el mercado quizá no estaba en condiciones de asumir esa inversión. Hoy los números cuadrarían y en el 2020 se puede empezar.

-Otro proyecto clave es la avenida Cataluña. Pactó con el ministro De la Serna su cesión pero él ya no está y no hay convenio. ¿Se quedará en papel mojado?

Espero que no. Si ZeC llegó a un acuerdo con el PP, el PSOE no solo debería asumirlo sino también mejorarlo.

-¿El Real Zaragoza puede pensar que la reforma de La Romareda es posible?

La época de las reformas todavía no ha llegado. Porque ya le alargamos la vida útil arreglando las cosas que tenían peligro y las necesidades de un estadio en Segunda División son más limitadas. La Romareda tiene que ser un equipamiento público, las obras las tiene que pagar la entidad y el ayuntamiento puede adelantar la inversión con el compromiso de que la devuelva. Esas eran las condiciones, pero la deriva deportiva no ayuda demasiado para garantizar la devolución. Habría obtenido 40 o 50 millones de financiación directa todos los años si hubiera ascendido. Retornar 1 o 2 a la ciudad en un plazo de 20 años no era un mal plan, aunque ahora sea agua de borrajas por la situación deportiva.

-¿Por qué no ha abierto el debate de la revisión del PGOU?

Porque en el momento que lo abres paralizas la ciudad, incluso desarrollos y licencias. Ya dijimos que no sería una revisión al uso, sino reprogramar lo que genera problemas. Todas las revisiones acaban poniendo más suelo para vivienda en el mercado y que la ciudad crezca. Pero no se ha colmatado aún la ciudad y estamos haciéndola más pequeña.

-¿Y no sería más interesante aspirar al millón de habitantes?

Ese reto del millón de habitantes era un poco de complejo y de aspiración provinciana de los políticos que lo lanzaron. Sería un fracaso. No es verdad que Zaragoza fuera a provocar otro éxodo hacia la capital que dejaría a Aragón todavía más despoblado. Las ciudades de mediano tamaño son las que tienen mejor calidad de vida. La otra genera atascos, contaminación, alquileres y pisos inasequibles... Zaragoza tiene que cuidarse más, no crecer.

-Todos los responsables en la Expo coinciden en el error de no incluir viviendas en Ranillas. ¿Se lo plantea ahora?

Lo que se planteó era hacerlas en el parque, no en el recinto, y porque hay una tesis que dice que los parques sin viviendas alrededor no funcionan, y me parece erróneo. Nadie se plantea si Hyde Park necesita pisos. Fue una gran victoria que no las hubiera. El recinto se fió a que fuera la empresa privada la que le dieran vida y fue otro error. El gran motor debería haber sido lo público.

-¿No siente envidia sana de esa unidad política de la Expo?

Se fraguó porque había dinero estatal y como llovían los billetes era más fácil ponerse de acuerdo, porque los partidos más críticos con eso, como IU, estaban fuera de ese ayuntamiento, y porque el PP y el PSOE no eran como ahora. Ni Buesa se parece en nada a Azcón, que jamás estaría conforme, ni Belloch a Pérez Anadón. El primero era capaz de anteponer el interés de la ciudad al particular. Había una altura de miras que se ha convertido en bajeza.

-Tampoco el Gobierno es como el de entonces en lo de dialogar.

Por supuesto que no somos igual, pero sí estamos planteando diálogos, aunque Zec sea más peleón y reivindicativo frente a los poderes económicos. El problema llega cuando los partidos van de la mano de los poderes económicos a los que cuestionas. Hemos sabido cambiar hacia un modelo de buscar consenso y la oposición de izquierdas se ha deslizado a una posición más propia de Azcón que de sus partidos.

-Con decisiones como el golpe de mano dado en las sociedades, diálogo diálogo... poco, ¿no?

Era algo que en la ley de capitalidad ya estaba presente, que se había negociado y se sabía que lo íbamos a aplicar. Fue una decisión de fuerza por su posición inaguantable de bloqueo. Pero les hemos ofrecido diálogo para pedir un mínimo de lealtad y respetar los compromisos, tras cuatro meses de enfrentamientos. Está la pelota en su tejado.

-No da la sensación que el Gobierno se plantee rectificar...

Pero es que les hemos puesto condiciones muy laxas, que deberían hacerse aunque no existiera ese enfrentamiento. Estamos dispuestos a dar marcha atrás pero tiene que haber antes un acuerdo político suficiente. Pero hacerlo y luego sentarnos, el PSOE ya no es creíble en esa posición. A un año de las elecciones no quiere darle ni un pacto a ZeC. Su táctica es de acuerdo implícito con Ciudadanos (Cs), y actúan como uno solo. El problema de Pérez Anadón es que esa no es la estrategia de Pedro Sánchez ni Lambán, y tendrá que elegir. ¿Apertura? Total, pero con unas garantías mínimas. Es como la foto de Trump con Kim-Jong Un. ¿Pasar de una amenaza de guerra nuclear al no pasa nada con una foto? No es creíble.

-Tampoco se percibe ni un mínimo arrepentimiento en ZeC.

Fue una decisión desesperada ante una situación que cada vez se ponía más complicada con la posición de bloqueo. La opción era o esperar y que no salga nunca nada o hacerlo y que me juzguen por lo que hago y no por lo que no hago. No tuvimos más elección. Lo que nos está haciendo reflexionar no es el PSOE municipal sino el panorama estatal. En ese escenario sí pensamos que no es lo mejor tener una bronca por las sociedades.

-¿Qué parte de culpa tiene ZeC?

Cada uno tiene la suya. Los primeros años quizá fuimos con demasiadas ínfulas y actuamos con demasiado orgullo, no buscando acuerdos y metiéndonos en temas polémicos. Pero lo hemos variado. No hay proyectos que busquen un enfrentamiento, y es al PSOE y a CHA a quienes les toca hacer una reflexión por la deriva de estos meses. Se han hecho fotos con el PP de la corrupción y se han alineado más veces con la derecha. Que el balance de Carlos Pérez Anadón sea ser portavoz del PP es un pobre resultado.

-¿De qué le sirve este tránsito?

Para visibilizar aquellos proyectos que, de otra manera, nunca habrían salido. Y decir a la ciudadanía que nos eligieron para gobernar y vamos a hacerlo. Que no caeremos en la táctica de quedarte bloqueado para luego decir que no nos dejaron.

-¿Ha merecido la pena?

Eso se verá al final del proceso. Hoy estamos a mitad, pero creo que valió la pena tomar esa decisión y también valdría volver a meter a la oposición si entre medio hay un acuerdo de Gobierno.

-Y si no, ¿ZeC se juega todo a una carta?

En realidad la gente no cree nada de las sociedades, ni lo entiende ni le importa. Hoy el ayuntamiento no es un problema para ellos. Les interesa sus calles, sus parques, su mercado... Tampoco entiende que en una misma foto estén el PP, el PSOE, Cs y CHA. Esa estrategia de oposición unida nos beneficia más que nos perjudica. Es mala para quienes deciden que la derecha y la izquierda tienen la misma opción política.

-¿Cómo ve al grupo municipal después de tres años?

Mucho más maduro. Al principio pecaba de inexperiencia pero hoy no cometería los errores de entonces, y mantiene parte de la rebeldía y frescura que no veo en otros grupos municipales.

-¿Y al alcalde como lo ve?

Con más fuerza de la que pensaba, con proyección de futuro y ganas de continuar. No está agotado, tiene ganas y rabia. Elegimos a un alcalde punkie, y eso tiene sus cosas buenas, como defendernos y dar la cara, y malas como ser tan impulsivo. Desde la Expo, Zaragoza no había salido tanto en los telediarios. Somos famosos. ¿A veces por las polémicas? Sí, y otras por el atrevimiento.

-Y por el viaje a Nueva York de su excoordinador del grupo...

También, pero ya lo dejamos como algo que vimos como un error que no significaba nada más y que lo sometíamos a la visión de los órganos internos. Se ha hablado más del viaje a Nueva York que de la Gürtel.

-El alcalde pide rodearse de más profesionales y menos políticos. Usted es de una de esas organizaciones de las que dice querer alejarse. ¿Cómo sienta eso?

Es impulsivo y a veces no piensa cómo dice las cosas y cree que le van a entender. Los equipos siempre han sido técnicos, políticos y humanos. El de hoy es válido y de todos. Y el que se elija en las primarias también lo será, como él, si se quiere volver a presentar.

-¿Descarta que la papeleta de Pedro Santisteve sea competencia en las elecciones del 2019?

Totalmente. Eso Pedro nunca lo haría. No iría en un proyecto que no fuera el de ZeC.