DESCORTESÍA DEL SUICIDA

AUTOR Carlos Vitale

EDITORIAL Candaya

PÁGINAS 113

Tiempos de crisis: sumo lo que no gano. Ese darle la vuelta a las cosas desde la ironía, esa iluminación del absurdo con un relámpago a la espera de que resuene el trueno en la conciencia, o en algún oscuro desván del cerebro. Es la poética de Carlos Vitale, que ayer presentaba en Zaragoza su libro Descortesía del suicida (Editorial Candaya). En la estación de can Boixeres una mujer protestaba por los constantes suicidios en las horas de máxima audiencia de público, la frase del primer texto que explica el título.

Carlos Vitale indaga en sí mismo debería pasarme a limpio, y declara que por algo será que el espejo me devuelve la imagen, como un texto que demanda, al menos, nuestra sonrisa. Vitale sabe que sus textos itinerantes y participativos, llenos de referencias a otros autores, a frases escuchadas, pintadas recogidas de la calle, requieren que el lector intervenga y los complete, que se tome la molestia de asomarse al pozo que abren.

Hay un derecho y un revés en frases como El ensueño agita lo que la realidad concilia que podrían leerse en viceversa: El ensueño concilia lo que la realidad agita, y que podría ser igualmente verdadero o falso. Lo importante es ese eco misterioso que dejan: El misterio se solucionó de la forma más banal e inútil, que sacude al lector, perplejo.

A veces, el poeta, carga de moral del aforismo y dispara: Magnánimo, he indultado a un insecto: que tome nota quien corresponda y que, tras el impacto inicial de piedad, deja en el aire el toque chulesco del perdonavidas. A veces, el tiro va directo a la diana sin retroceso: Estoy harto de los antipáticos que se hacen pasar por tímidos. Otras, se asiste a una circularidad bizarra: Las hijas de mi degeneración de las madres de mi generación. Y para decir, por ejemplo que la infancia le acompaña a uno durante toda la vida, Vitale se presta a la crueldad: La niñez lo devora todo. Estamos ante un libro-artefacto para jugar.

ROBERTO MIRANDA