Se destruye una familia cuando se cierra un periódico, al contrario de cuando se crea, que es "una explosión de alegría". Esta dinámica bien la conoce Roberto Pardos, culpable de sacar adelante una quincena de periódicos de este país y ver cómo muchos de ellos han tenido que echar el cierre.

Este zaragozano conoce la prensa por dentro incluso más que los periodistas. Y no ha tenido una familia, sino más de una decena. A los 18 años entró a trabajar como aprendiz en El Noticiero, órgano de la prensa católica y de la derecha aragonesa, lugar donde se forjó como linotipista y llegó a ser director técnico del medio. Su labor consistía en controlar el trabajo del taller hasta que con la llegada de la democracia el periódico cerró el ciclo. Aprendió todo lo importante del oficio y lo llevó por otros tantos diarios del país, EL PERIÓDICO, incluido.

En un momento en el que los expertos en linotipia con visión para poner en marcha y transformar periódicos brillaban por su ausencia, llegó a tener 10 ofertas de trabajo al mismo tiempo sobre la mesa. Fue regente, como prefiere que le llamen, en Egin, El Pensamiento Navarro, Grupo Mundo, Diario de Valencia, El Día de Aragón, El Punto Deportivo, El Adelanto de Salamanca, Mundicón, Andalán, El Segre, Hojas del Lunes, EL PERIÓDICO, Equipo y Diario 16.

"Oír y ver todo", estar en el "aquí y el ahora", así define lo que fue su trabajo. Ahora, ya jubilado, ha recopilado todas las historias en un libro que más allá de ser una autobiografía, se convierte en un testimonio de la profesión periodística contada por el último eslabón de la cadena de producción de un diario. Así nacen y mueren los periódicos en España es un fiel reflejo de cómo son las redacciones, cómo se editan los periódicos en el taller y las razones por las que nacen y mueren estas publicaciones.

Si se le pregunta cuál de todos los diarios que han pasado por su vida ha marcado verdaderamente su trayectoria, dice que todos han sido sus hijos y los quiere por igual aunque se intuye que su "niño bonito" fue El Noticiero, por ser el primogénito. Egin, en cambio, lo recuerda como el proyecto más "espectacular". Fue una época marcada por las tensiones, con amenazas de ETA incluidas, lugar donde "si no llega a ser por mí, el periódico muere antes de nacer". Y no es porque él lo diga --que también-- sino porque Mariano Ferrer, director de Egin, le dedicó el primer número de la publicación: "Sin que suene a coba. Sin ti, Roberto, no hubiéramos salido hoy".

Pardos es un hombre al que recuerdan por su sinceridad en todas las empresas en las que ha trabajado. En EL PERIÓDICO, lugar donde se jubiló, la anécdota se recordará siempre. No se cortó ni un pelo al vaticinar a Miguel Induráin en su propia cara que nunca ganaría un Tour de Francia. Después de aquella escena, fueron cinco los maillots amarillos que se puso. Y es que el carácter y la alegría de Roberto marcaron su día a día en el trabajo. Él, además, repite sin cesar que en esto está el secreto de un periódico: "Redacción que pierde su alegría, empieza su agonía".

Ahora, con lo vivido a la espalda, quiere que su libro quede como un mensaje optimista que recojan, sobre todo, los jóvenes de la profesión, en quien pone toda la esperanza del periodismo. "Los periódicos no morirán", sentencia.