«No es una enfermedad que te mata, pero psicológicamente te afecta muchísimo. Las relaciones sociales, familiares y sexuales se ven perjudicadas. Se siente mucho pudor». Las palabras de Charo Ortola, quien hace algún tiempo decidió «dar el paso adelante» y contar su incontinencia fecal, son extensibles a los pacientes que sufren esta patología «poco visible», dice.

«No sabemos cuántos afectados hay en Aragón, pero los hay. Mucha gente no lo dice por vergüenza», asegura Ortola, delegada en Zaragoza de la Asociación para la Incontinencia Anal (Asia). Mañana, el hospital Miguel Servet acoge una jornada informativa sobre esta afección, en el edificio de Docencia entre las 16.00 y las 18.30 horas, abierta a todo el público.

«Queremos darle voz y decirle a la gente que estamos aquí, que somos varios y nos podemos ayudar», indica Ortola. «Llevamos una doble vida por pudor, temor y amor propio. Es una patología muda, sorda y ciega. Los médicos, cuando tienen un caso, no saben a donde dirigirse y toda incontinencia se relaciona con la urinaria, pero no es así. En Atención Primaria se debería preguntar, de forma directa, si es fecal y quizás así la gente se abra a contarlo», indicó.

Hay pacientes, como Ortola, que lo padecen desde nacimiento, pero a otros la incontinencia fecal les llega tras un cáncer de colon y, a las mujeres, tras «problemas» en el parto.

Partos y cáncer de colon

«El tratamiento se basa en neuroestimuladores para que el esfínter funcione, también se hacen anos artificiales. Nos han hecho trajes de baño especiales, también para niños, o por ejemplo hay una especie de tampones para el ano que hacen que te puedas ir a la playa con cierta dignidad. Todo ha avanzado desde los años 60 que yo empecé con esto», cuenta la delegada de Asia en Aragón.

«Hay pacientes de todas las edades, pero los casos nuevos quizás se dan más entre los 30 y los 40 años, de ambos sexos, aunque el hombre se lo calla más», según percibe Ortola. «Yo lo he llevado como he podido y recuerdo que mi madre me ayudó mucho. Me mandaron casi a morir a casa y un cirujano de Madrid, en aquella época, me salvo la vida. He intentado hacer una vida normal, he sido profesora, pero no a todo el mundo se lo conté», reconoce.

Para los pacientes de incontinencia fecal, el váter pasa a ser «una obsesión» desde que se levantan. «Vayas donde vayas, lo tienes en la cabeza hasta que vuelves a tu casa y te acuestas. De vacaciones, de paseo... Es algo con lo que se convive», dice.

En la jornada del hospital Miguel Servet participarán pacientes, médicos de Atención Primaria y especialistas de Cirugía General, Digestivo y Coloproctología.