"Cuando algo así toca tan de cerca te das cuenta de que vivimos en una nube". Los vecinos de Casetas están atravesando uno de los peores momentos que recuerdan tras la terrible explosión que se vivió el lunes en la Pirotecnia Zaragoza, ubicada en las cercanías. "Aquí conocemos a casi todos los trabajadores", reconoce Josefina Romero, nacida en el barrio zaragozano. Como otros siente que los ánimos han decaído. "Ahora estamos todos muy pendientes de la evolución de los heridos ingresados", asegura.

"Todo el mundo, en todos los lugares del barrio, habla del suceso aunque realmente no sepamos qué decir", destaca José Luis Alfonso, también nacido en Casetas. Compartía peña con uno de los fallecidos. "Es difícil comprender que algo como esto haya sucedido en una pirotecnia en la que las medidas de seguridad tendrían que ser lo más importantes", reconoce. En el bar del hotel Villa de Zaragoza comparte conversación con José Ignacio Márquez. "El lunes estábamos comiendo en este mismo bar cuando notamos la explosión: al principio pensamos que era el golpe de algún camión atravesando un bache de la carretera", recuerda.

Pronto acudieron otros clientes con las primeras noticias. Cada vez más negativas, aunque bastante confusas. "Cada uno nos decía una cifra distinta de muertos, heridos y desaparecidos: se vivieron momentos muy delicados", afirma. "Algo raro ha tenido que pasar, no es normal que en este tipo de empresas se produzca una cadena de explosiones tan grandes como esa", deplora Alfonso. La sensación de impotencia es total. "No puede ser que muera la mitad de la plantilla de una empresa si cumple todas las medidas de seguridad", insiste.

"Ya estamos cansados"

Entre los familiares de los fallecidos el desánimo todavía es mayor. María Luisa Coma ha perdido a su hermano en la explosión y su cuñada permanece hospitalizada. Antes de atender a los medios en la floristería que regenta afirma: "Ya estamos cansados". La atención mediática y la falta de información por parte de la empresa se suman al dolor de las últimas jornadas. La dificultad de identificar las identidades de los fallecidos ha retrasado la entrega de algunos de los cuerpos. "Hasta que no celebremos el funeral será difícil convivir con el duelo", afirma. Otras familias ya pudieron celebrar ayer funerales en privado. "No se puede explicar lo que estamos pasando: es realmente muy duro", reconoce.

"Los más afectados eran familias muy conocidas: es fácil de imaginar cómo esta en estos momentos todo el barrio", explica una dependienta que prefiere no identificarse por su relación cercana con uno de los fallecidos.

El olor de la pólvora tras la detonación controlada de los restos pirotécnicos hace que algunos vecinos revivan de nuevo la tragedia. "Unos conocidos míos tienen una granja cercana a la factoría y estuvieron auxiliando con su propio coche a los heridos", explica Márquez.

En algunos corrillos se recuerda el accidente de hace varias décadas que obligó a tomar la determinación de alejar la pirotecnia. Con la explosión controlada y el traslado de los materiales sobrantes a Francia pocos se atreven a especular con el futuro de la instalación pirotécnica.