Que se alineen los planetas, lo llaman algunos. Otros, simplemente suerte. Conseguir un sitio que reúna las características perfectas para los ensayos de Semana Santa no es tarea fácil. Tres son los elementos que se deben dar para que los cofrades practiquen sus ritmos y desfiles: luz, espacio y tener cerca un buen almacén.

Estos tres deseos difícilmente se cumplen para todas las cofradías, y aunque se suelen tomar soluciones que beneficien a la mayoría, no siempre llueve a gusto de todos. Como explica Ángel Nápoles, vocal de instrumentos de la Junta Coordinadora, "la luz y el espacio son fundamentales".

Algunas de las localizaciones son ya puntos tradicionales que difícilmente se modifican, pero año a año los trámites administrativos hay que repetirlos. Cada cofradía solicita su localización preferida con meses de antelación y suele coincidir con la de "toda la vida". Cuando la Junta de Cofradías recoge todas las instancias, se envía un expediente a Servicios Públicos del consistorio, quienes lo estudian y aceptan los emplazamientos o proponen otros nuevos. "Nunca hemos tenido problema. Si han rechazado alguno han propuesto uno nuevo o hemos pedido otro y han accedido", explica Nápoles.

Este año, aquellas cofradías que ensayaban en las cercanías de los Juzgados, situados ahora en la zona Expo, no han podido hacerlo allí. Los cambios en la ciudad, unidos a las inclemencias del tiempo son las principales causas de cambios en las localizaciones. Concretamente este año, la riada del Ebro ha obligado a trasladar a la cofradía de la Oración en el Huerto --que ensayaba en el Parque del Agua-- a un polígono industrial en Santa Isabel, donde la Dolorosa y el Calvario les hicieron un hueco.

Mientras unos se preocupan por tener el lugar perfecto para practicar, los vecinos aprenden a convivir con tambores sonando sin cesar durante las dos semanas previas a la fiesta. Un sonido que ha enfadado a los residentes y que en muchas ocasiones ha obligado a las cofradías a cambiarse de ubicación de un año a otro. Por esta razón, lo que los encargados de solicitar los espacios ya tienen en cuenta, es que estos tienen que las localizaciones deben estar alejadas de los núcleos urbanos.

A las restricciones del ayuntamiento y a las quejas de los vecinos se suma otro inconveniente: la lluvia. Como es frecuente, las precipitaciones suelen aparecer. Las lluvias de estos días les obligaron a frenar en seco los ensayos, ya que los parches de los tambores se humedecen con el agua y corren el riesgo de partirse. "No pasa nada porque no ensayemos unos días, lo que no hayamos preparado antes... pero siempre fastidia no poder salir", explica Nápoles. Porque la pasión por el tambor puede a la lluvia.