Tras una conmemoración del Santo Entierro de Zaragoza muy especial, tanto porque cumplía su 400 aniversario como por la gran acogida entre ciudadanos y visitantes, la Congregación de Esclavas de María Santísima de los Dolores tiñó ayer de luto las calles del centro de la ciudad. Su peculiar túnica negra coronada con una cofia que sujeta un manto de la misma tonalidad y el tañido de dos pequeñas campanas sustituyó a los coloridos capirotes y a los desgarradores bombos. Su Virgen, la de la Soledad, marca el principio del fin de la Semana Santa. Hoy, el broche lo pondrá Cristo Resucitado con sus ya tradicionales jotas en la plaza del Pilar y con sus hermanas de mantillas blancas.

Antes de celebrar ese momento glorioso, las esclavas procesionaron a su imagen titular, una delicada dolorosa realizada en el siglo XIX por Palao. La corona de espinas que porta en la mano derecha y su manto negro por completo describe a la perfección el momento de la Pasión en el que se encuentra. Salió de la iglesia de San Pablo para ir, acompañada de las hermanas de esta congregación, a San Cayetano. Allí, en su interior, le esperaba el Cristo de la Cama. Un emotivo momento que no se quisieron perder decenas de personas que llenaron tanto el templo como su exterior para vivir ese íntimo encuentro.

Este acto finalizó con un besapiés al Señor de la Cama que la Hermandad de la Sangre de Cristo había localizado en el altar mayor en el marco de una repreestanción del sepulcro con las Tres Marías que, curiosamente, una de ellas pertenece a la colección privada de un miembro de esta hermandad y está realizada por uno de los más grandes imagineros andaluces, Castrillo Lastrucci.

Una veneración que se trasladó hasta bien entrada la noche que permaneció abierta las puertas de San Cayetano, donde todavía permanecen algunos pasos que procesionaron en el Santo Entierro y que todavía no han sido trasladados a las sedes donde se les rinde culto durante el resto del año. El templo volvió a convertirse en un museo de arte.