La hora de más aún se dejaba notar en forma de crepúsculo cuando, a las 21.00 horas, comenzaron a marchar las cinco procesiones simultáneas que ayer recorrieron el centro de Zaragoza. El día, con buena temperatura, animó a los vecinos que, a cientos, se apiñaron junto a las parroquias de donde salían las cofradías. Ayer era el turno de las cofradías de Las Siete Palabras y San Juan Evangelista; la de la Esclavitud de Jesús Nazareno y Conversión de Santa María Magdalena; la de la Exaltación de la Santa Cruz; la de Jesús Camino del Calvario y la Hermandad de San Joaquín y la Virgen de los Dolores.

Si la expectación se notaba entre el público, los nervios eran patrimonio de los cofrades. Incluso de los más veteranos, como Mario Gregorio. Pese a sus 20 años, presumía de llevar 17 desfilando, aunque solo 15 tocando, ya que no se permite a los niños más pequeños marchar con instrumentos. "Los nervios siguen estando, por muchos años que lleves", explicaba.

Luego, tocaba ajustar los guantes, colocarse el bombo, cubrirse con el tercerol y, tras el saludo a los compañeros, comenzar a tocar el bombo al ritmo minuciosamente ensayado de la procesión del Nazareno, desde la plaza de San Miguel. Quedaban más de cuatro horas por delante hasta la plaza de San Cayetano.

A unas calles de distancia, la plaza de Santa Engracia bullía para contemplar la salida del templo del paso de Jesús Camino del Calvario. La procesión de las Tres Caídas disfruta de uno de los marcos más envidiables para su salida, al menos en cuanto a capacidad de público.

Así se lo parecía a Carmen, que no se la pierde "nunca", aseguraba. "A mí me parece la más bonita, no sé si es por el escenario. Pero toda no la veré, que habrá que irse a dormir", explicaba. Y es que acababa pasada la medianoche, y hoy tocaba trabajar.