Hace unas semanas dábamos el Premio Hammett de la Semana Negra de Gijón a David Llorente por su rompedora novela Madrid Frontera (Editorial Al Revés) y nada más regresar de vacaciones me encuentro con las fronteras de Cataluña ya dibujadas por el rebelde Parlament. Si el nuestro no fuera un país de ficción pensaría que alguien ha superado una vez más la realidad y va a convertir España en un país bien distinto, pero desde el realismo político oigo a Mariano Rajoy, el Manso de Moncloa, como lo ha bautizado un colega, repitiendo, por enésima vez, que el referéndum por la independencia de Cataluña no se celebrará, que no habrá secesión, fronteras, moneda ni ejército para un nuevo estado o república catalana, etc, etc. Queriendo creer su traducción, cierro hasta mañana el nuevo capítulo de la serie B de Puigdemont.

Hay novelas que, siendo buenas, como la de David Llorente, terminan sin feliz feliz, y otras, como la de Puigdemont, que, siendo malas argumentalmente, afilan la intriga de no saber si el desenlace será malo o peor, en ningún caso gratificante para el elector/lector.

La tensa y triste historia que se está escribiendo en Cataluña a base de falta de estilo, medias verdades, demagogia, agitación, improvisación y provocación no causa placer ni felicidad, no conforta el ánimo ni estimula el espíritu, sino que, como una emanación de los mediocres líderes de Junts pel Si y la CUP, se sigue con cansancio y pesar, como siempre que en política falla el objetivo y se confunden los medios. La última página, con el episodio de las fronteras, la firmó ayer mismo el lunático Puigdemont quien, en su loca fantasía, sitúa la aduana con Aragón de norte a sur, del Pirineo al Maestrazgo, tratándonos desde ya como extranjeros y acaso estudiando la manera de clavarnos algún impuesto cada vez que entremos en Cataluña para comprar, vender o disfrutar de unas vacaciones. Sin que ningún catalán de a pie, al margen de su secta política, se lo haya pedido.

Poco más de un mes queda para solucionar un conflicto que viene larvándose desde que otro mediocre y fanatizado personaje, Artur Mas, lanzó su campaña de demonización de España. Hoy, ni tiene un partido ganador ni es un líder, pero el daño ya está hecho, el odio ya se ha sembrado, y a Rajoy le va a hacer falta mucha capacidad de persuasión y mano izquierda para corregir esta novela de terror.