Suena la sirena que anuncia el inicio de las clases en el CEIP Puerta de Sancho de Zaragoza. Para muchos niños ir al colegio es simplemente rutina pero, afortunadamente, existen profesores que trabajan día a día para cambiar esta idea. Es el caso de César Bona.

Desde que se hiciese pública su nominación al Premio Global del Profesorado, uno de los galardones internacionales más importantes para los docentes, se ha convertido en el centro de atención. Todavía sorprendido y aún sin asimilarlo declara que “es un honor increíble. Soy consciente de que hay muchísimos maestros haciendo cosas muy bonitas. Espero que esto sirva para que salgan a la luz y se vea que la educación en España no está tan mal como dicen”. Ser el único español candidato al galardón le ha llevado a ser noticia. “Con mis padres he hablado una o dos veces. Acabo a las 11 de la noche con la oreja como un tomate”, bromea.

Afirma sentirse muy contento al ver feliz a su gente. “Cuando llegué al cole al día siguiente me recibieron con aplausos en la fila. Eso es muy bonito. Estoy encantado con mis compañeros. Es un colegio donde permiten y animan a hacer cosas”, explica.

Natural de Ainzón, lleva siete años entregándose a la educación pública. Lector de Juan José Millás, Eduardo Mendoza y Gloria Fuertes, este zaragozano de 42 años apuesta por los valores. Pese a su evidente validez no siempre tuvo claro que quería ser profesor. “Dudé entre estudiar psicología, periodismo, filosofía o filología inglesa”, declara. Finalmente se decantó por la última opción, lo que le llevó años más tarde a opositar para maestro de Primaria. “Quería disfrutar de mi profesión y sentirme un privilegiado cada día porque puedes hacer muchísimas cosas”, añade.

Ha trabajado en tres colegios antes del actual y en ninguno ha pasado inadvertido. Comenzó en Fernando el Católico del barrio Oliver, con niños de 10 años que no sabían leer. Fue su primer reto. Decidió escribir una obra de teatro para que aprendieran.

Durante dos años estuvo en Bureta (Zaragoza), en un colegio con seis niños de varias edades, algo que no supuso ningún impedimento para poner en práctica su particular manera de entender la educación e hizo cine mudo sin ni siquiera conocer la técnica. Les fueron otorgados un premio del Ministerio de Cultura y otro en el Festival Internacional de la India. El segundo año quiso unir a niños y abuelos a través de la grabación de un documental. “Quería que los niños aprendieran a respetar a los ancianos y valoraran sus raíces. Hicieron que los ancianos cumplieran los sueños que siempre desearon”, explica el maestro. Este proyecto le llevó a conocer al pianista Jaime López, culpable de su candidatura al Premio Global del Profesorado. La primera reacción de César Bona ante la proposición fue negativa. “No tiene sentido que me presente. Hay gente extraordinaria por el mundo, le decía. Pero al final me convenció”.

En la localidad zaragozana de Muel introdujo algo inusual en la educación: la participación infantil. Con su grupo de alumnos crearon ‘Cuarto Hocico’ (http://elcuartohocico.blogspot.com.es), una plataforma de animales virtual dirigida por niños que les llevó incluso a recibir un galardón institucional por parte del Congreso de los Diputados y a lograr, a través de las redes sociales, que diese la vuelta al mundo. “Llamaba la atención que unos niños dijesen: vamos a actuar y vamos a respetar a los animales. Hicieron ver que no solo hay que opinar desde la crítica sino aportar alternativas. No como algunos adultos”, explica. Una de sus alumnas entonces, Alba Mazas, declara, tras haber pasado varios años, que César “es diferente al resto. Pone en práctica todo lo aprendido”. De sus clases de inglés dice que “hacíamos teatros basados en situaciones que podían sucederte si vas a un país de habla inglesa. Antes odiaba el inglés y al año siguiente les pedí a mis padres que me apuntaran a una academia”.

Su filosofía educativa tiene una razón. “Muchas de las cosas que yo enseño ahora no las tenía de pequeño. Lo que yo aplico es lo que necesitaba mejorar”, confiesa.

Hábitos de estudio es lo que él no tenía. Considera imprescindible educar en empatía y sensibilidad. “Les enseño a estudiar con trucos. Leen una parte, cierran los ojos y me explican qué han entendido”. No le gusta obligarles a aprender sino invitarles a ello.

Era muy tímido y por eso les hace hablar en público siempre desde el respeto. “No me atrevía ni a levantar la mano en la escuela y no quiero que les pase a otros”, declara. César intenta inculcarles la importancia del respeto hacia las personas, los animales y las cosas. Lo considera un valor que debe formar parte de cada paso que sus alumnos den “más allá de los dieces”.

Se aburría en clase y quiere que sus alumnos se impliquen, convirtiéndose en seres curiosos. Para ello recurre a originales métodos. Actualmente, a través de lo que para los niños es un juego, organizan durante la clase por continentes (no geográficamente hablando). Crea lo que él denomina como micro sociedad y logra que los alumnos hagan autocrítica, sepan qué asignaturas se les dan mejor y se ayuden entre ellos. Los llamados ‘altruistas’ (se les da bien) en esa materia ayudan a los ‘buscadores’ (que se les da peor). Los alumnos asumen curiosos roles que van rotando cada mes. Así, la clase cuenta con un historiador, un encargado de la lista negra de los que hablaron demasiado, jefes de reciclaje, un defensor de la lectura e incluso con una comisión periodística. “Se sienten implicados y vienen a gusto. Piensan: tengo mi función. Es lo que yo he echado en falta desde pequeño porque iba a clase, recibía mis lecciones y me iba”, explica César.

Tenía mucha imaginación y por eso intenta despertarla en sus alumnos, animarles a desarrollar su creatividad. Según cuenta, “estar con niños todo el día me hace pensar de forma básica. Somos un gran tubo que une el niño que fuiste con el adulto que eres. A veces se nos olvida que hemos sido niños”.

Sabe lo importante que puede llegar a ser un profesor en la vida de un niño tanto en lo lectivo como en lo personal. Guarda un gran recuerdo de Don Dionisio, ahora amigo suyo, quien le hizo amar la lengua porque “me enseñó a expresarme. Era muy estricto pero su actitud era muy positiva”. Lo contrario le ocurre con las matemáticas, que odia desde que tuvo a una maestra que no supo enseñárselas bien. “Eso me llevó a aprender cómo no debía ser de maestro”, declara al respecto. En el cambio de papeles él ha sido el Don Dionisio para muchos ex alumnos con los que sigue en contacto. Incluso alguno le invita a sus fiestas de cumpleaños. Por eso, si algún día tiene hijos, pese a considerar a sus alumnos como tales, le gustaría que “les enseñaran a respetar a los demás, a los animales y todo lo que tienen a su alrededor”.

De cara a marzo (cuando se conocerá el ganador del concurso), César resume su pensamiento en una frase: “Un pie en el suelo y otro saltando. Hay que tener ilusión pero no hacerte ilusiones”. En el caso de que resultase vencedor, el premio (un millón de dólares) lo utilizaría en seguir formándose y estudiar antropología que es algo que siempre le ha gustado, invertiría en proyectos educativos y por supuesto seguiría educando al futuro.

Corto Documental etnográfico realizado en 2010 en Bureta, Aragón, conlos niños de la escuela unitaria y los abuelos del pueblo.