Ver a un submarino amarillo cruzar la calle Delicias no es imposible. O al menos, ayer no lo fue. Tampoco fueron ilusiones los peces que cruzaban la vía saludando a los vecinos, un caballito de mar gigante o los marineros que repartían mensajes de botellas varadas a los viandantes. Los portales cambiaron su nombre por los de puertos imaginarios y el mar invadió el barrio.

La calle Delicias acogió una jornada comunitaria y artística cuyo fin principal fue fomentar la convivencia entre vecinos. Bajo el lema Delicias es mar, Delicias es más se quiso representar toda la diversidad que existe en el barrio, donde "se dan relaciones de convivencia entre personas y culturas", explicaron Lola Campos, presidenta del distrito y Jose Manuel Latorre, el coordinador del Proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural en Delicias de la Fundación Federico Ozanam.

En colaboración con la Asociación de Vecinos de Delicias Manuel Viola, han conseguido movilizar en la organización de la jornada a más de 60 colectivos, entidades, instituciones y artistas del barrio. Un importante número de voluntarios y colaboradores que, junto con los vecinos, hicieron posible la celebración de esta fiesta comunitaria y artística.

Redes improvisadas anunciaban la entrada al fondo del mar, un lugar en el que no faltaron las actividades a lo largo de todo el día. La música no cesó desde que comenzó la actividad y el ambiente marítimo se respiraba en todos los lugares, incluidos los balcones de las casas, que lucían globos azules.

Los niños fueron los grandes protagonistas de la jornada, y disfrutaron pintando peces por todas partes. Algunos de ellos los colgaron en redes decorativas, otros los intercambiaron por piruletas. Los más afortunados convirtieron sus peces en música gracias a un taller de la organización Do!Makers. También hubo cuentos en camas a la deriva o natación sincronizada.

Los establecimientos de la calle se sumaron a la gran fiesta. Muchos de ellos decoraron sus escaparates con motivos marinos. Una tienda de conservas, por ejemplo, expuso sus mejores galas a la vista de todos los vecinos: un elaborado montaje del congrio seco y el bacalao. Otros, fueron más allá, y convirtieron su escaparate en el taller de un pintor. Es el caso de una peluquería que prestó sus cristales para dar visibilidad a Steve Gibson, un artista que se puso el bañador para retratar a un vecino de Delicias, en albornoz y con gafas de bucear.