El día de San Jorge, en este diario se publicó una larga entrevista con Santiago Marraco, expresidente de la DGA. En ella se esbozaba retrospectivamente la idea de un Aragón diferente, que pudo haber sido y no fue; un Aragón en el que los eternos conflictos y aspiraciones se hubiesen despejado, lo suficiente al menos como para dejar paso a la construcción de nuevas estrategias y de un nuevo imaginario colectivo.

Marraco ha sido el único presidente aragonés que, más o menos, fue capaz de esbozar un plan general para esta comunidad. Tal vez le faltase resolución, tal vez fuera demasiado vulnerable en lo emocional (sufría con cada crítica, por leve que esta fuese), tal vez no pudo rodearse de la gente más adecuada maniatado por los imprescindibles apaños entre las distintas familias socialistas... Pero lo cierto es que sabía explicar Aragón de Norte a Sur y de Este a Oeste, describiendo sueños y proyectos que conectaban con los programas progresistas de la Transición. La elaboración de un acuerdo razonable sobre el agua, el equilibrio territorial, la modernización, la expansión del conocimiento, la búsqueda de alternativas innovadoras a los viejos problemas... Marraco y sus expeseás apuntaban por ahí y por ahí buscaban alguna salida. Tal vez entonces no nos diésemos cuenta, pero aquel presidente aún tenía ilusión. Lo malo es que se le fue una legislatura sin acabar de aterrizar. Y lo peor vino después, cuando las demás familias del partido se alejaron de él, Alfonso Guerra le escamoteó la Alcaldía de Zaragoza (para dársela a González Triviño) y los rurales, encabezados ya por José Marco, se confabularon para acabar con los marraquistas porque estos se atrevían a poner en cuestión los estereotipos del Aragón profundo (y reaccionario). Tras unas elecciones en las que se quedó sin mayoría absoluta, a Marraco le dejaron vendido. Perdió la presidencia y fue sustituido en la secretaria general del PSOE aragonés por el propio Marco. Con eso está dicho todo.

Marraco, enfadadísimo, se fue al Icona, donde tampoco tomó tierra. Después ha permanecido en un discreto tercer o cuarto plano, lejos de los focos. Mientras, las instituciones aragonesas han sido gestionadas por gente insoportable, mediocre, poco fiable y, en el mejor de los casos, voluntariosa. Los horizontes estratégicos se han encogido hasta desaparecer. Tras mil peripecias, el PSOE se arrimó al PAR para llegar al poder y así quedó contaminado (aún más) por los lugares comunes y las quimeras del aragonesismo de vía estrecha.

El mismo PSOE que esta semana votó en el Congreso (junto a PP y UPD) contra una moción de Izquierda Plural para rechazar la mina a cielo abierto de Borobia. Por eso Marraco, ahora, parece un verdadero campeón.