Hecho en los Pirineos, el Primer Congreso del producto y la gastronomía de los Pirineos, celebrados estos días, ha rendido un sentido homenaje a la periodista jacetana Maruja Callaved. Y más allá del recuerdo a esta lúcida nonagenaria resultó altamente aleccionador contemplar unos minutos de su programa Vamos a la mesa, el primer espacio de gastronomía -gastronomía, que no recetario− que Televisión Española emitió nada menos que hace ya cincuenta años, en 1967.

Pues en el programa, que apenas duraba diez minutos y se emitía justo antes del telediario, cuando no todo el mundo tenía televisión y apenas había una cadena, resulta mucho más digno que la mayoría de los que se emiten en la actualidad en tantos y tantos -y tan iguales− canales. A pesar de su, visto desde hoy, aparente ingenuidad. Ya que hablaba de un horizonte de hambre en el mundo en 1985 y anunciaba la posibilidad de obtener proteínas del petróleo para paliarlo.

Maruja Callaved volvió a recalcar, cincuenta años después, la importancia de atender a la alimentación, contraponiéndola al auge de los pretendidos programas «gastronómicos» actuales -que afirmó no ver, ya que solo sigue los informativos, pues dice que dichos espacios no dejan de ser espectáculos televisivos con la cocina como trasfondo y el entretenimiento para la captura de audiencia como objetivo--.

Es cierto que la gastronomía está de moda. Que el personal sale a comer y cenar, comenta las novedades, crea blogs e instagrames, fotografía sin cesar platos -lo que, por cierto, suele ir en detrimento de ellos−, combina sin cuento ginebras y tónicas, incluso se atreve a cocinar en su casa.

Pero eso no es gastronomía que es, sustancialmente, cultura. Preocuparse por el origen de los alimentos y su elaboración, interesarse por la evolución de las técnicas culinarias, saber de dónde y por qué llega una receta determinada, entrenar el paladar para descubrir matices, conocer a las personas que están detrás, etc.

Y de eso, tristemente, como bien sabe Maruja, la televisión actual no se ocupa.