Leo con asombro y placer Noxa, de la argentina María Inés Krimer, una novela negra, dura y actual acerca de la afección sobre las poblaciones de productos químicos fumigados sobre especies transgénicas. En la ficción, una pequeña ciudad, sede de la codicia de agricultores y empresarios sin escrúpulos, comienza a sufrir los efectos del Noxa, un químico tóxico, cancerígeno, que se cobra víctimas lo mismo entre los ancianos que entre los recién nacidos. Malformaciones espantosas, muertes repentinas, tumores nunca vistos en los hospitales de la zona... Un cuadro terrible que una joven periodista, Marcia Meyer, deberá investigar y denunciar... a menos que no quede asimismo atrapada en las laberínticas redes de irresponsabilidad, turbiedad y maldad organizadas por la trama criminal que administra el Noxa.

La lucha ecológica adquiere tintes heroicos cuando el combate por el medio ambiente y la salud se libra contra aquellas grandes compañías que sobrepasan los límites permitidos en cuanto a niveles de contaminación de la tierra, las aguas o el aire, o contra aquellas fábricas que, en las proximidades, o dentro de las ciudades prosiguen su contaminante actividad amparadas en la argumentación de proporcionar puestos de trabajo. En ese equilibrio, siempre pierde el ciudadano, muy desasistido a la hora de sacar adelante una reivindicación o protesta, por justa que sea.

Porque en España, tampoco los poderes públicos acaban de resolver casos tan escandalosos como el del lindano, en Aragón, el Algarrobico, en Andalucía, o el Castor, en la Comunidad Valenciana, cuyas afecciones, de diversa índole, coinciden en sus graves perturbaciones contra el medio natural.

Al margen de estos graves ejemplos, la lucha cotidiana, doméstica, individual, por conservar el entorno no siempre obtiene alentadores resultados. Caso de Zaragoza capital, cuyas calles se ven cada vez más sucias, con papeles, cigarrillos, plásticos, vidrios, ramas de árboles, excrementos de perros a cuyos dueños nadie sanciona. El pulso entre el ayuntamiento y las empresas concesionarias está derivando en un empeoramiento del servicio, siendo el zaragozano de a pie, el peatón, el conductor, el ciclista, víctima de un deterioro ambiental urbano que debe corregirse antes de que se convierta en un problema o en un conflicto.