Que los delincuentes van un paso por delante de la Policía es un hecho, y los hurtos no son ajenos a la carrera tecnológica de polis y cacos. Los robos en comercios que actualmente ocupan a los especialistas de la Policía Local no son los del cleptómano o el que quiere ahorrarse unos euros en una sustracción puntual, sino el de las bandas que pueden acaparar 6.000 euros en ropa en una sola tarde, en diversos viajes al coche. Pero la tecnología empleada es similar.

Esta ha avanzado mucho en los últimos años y a medida que los comercios diseñaban nuevos sistemas de alarma, más complejos de eliminar, los delincuentes ingeniaban nuevos aparatos para eludirlos.

Así, las alarmas convencionales, unidas por un alambre a la prenda de ropa, por ejemplo, eran fáciles de eliminar con un simple alicate pequeño. De ahí se pasó a los avisadores adheridos con algún tipo de tachuela. Por ello los ladrones obtuvieron nuevas armas, que eran en realidad versiones portátiles de los desalambradores que tenía el propio comercio.

Así, fue generalizándose el uso de imanes o pequeños garfios para quitar la alarma, que las hicieron prácticamente inútiles.

De ahí se pasó a las alarmas de araña, propias por ejemplo de los envoltorios de plástico de videojuegos o botellas de licor caras. Estas tenían la ventaja de que con solo romper una pestaña ya se activaban; pero entonces se creó el lockpick, un aparato con forma de abrebotellas para deshacerse de estas avanzadas alarmas.

La seguridad se fió principalmente a los arcos de seguridad, y se generalizaron los bolsos y recipientes forrados de papel de aluminio, en ocasiones de forma sofisticada, por dentro de la tela. Al comenzar a instalarse arcos detectores avanzados, que traspasaban este sistema casero, llegaron los inhibidores de frecuencia, el último paso conocido.

Sus usuarios a gran escala, destaca la Policía, suelen llegar a los comercios con una buena apariencia, ropa cara y coches de alta gama, que ayudan a que a primera vista no despierten los recelos del personal de vigilancia. Pero las apariencias engañan.