--¿Cuál fue la motivación que le ha llevado a publicar Penas y personas (Ed. Debate)?

--Los presos me mandaban muchas cartas. Muy reveladoras. Llamaban a la reflexión sobre el funcionamiento del sistema, de las leyes y de cómo viven las personas una situación tan dura. He seleccionado algunas de las diez mil que recibí. Quería contar lo que he visto, lo que funciona y lo que no, porque hay muchas distorsiones sobre la realidad en las prisiones. Quería ayudar a que se conozca, se entienda y se reflexione para hacer mejor nuestro trabajo sin que se cierren los ojos ante las desigualdades.

--¿Es cierto que las cárceles están llenas de personas marginadas?

--Es una constatación. La mayor parte de la población reclusa son personas pobres, enfermas por la drogodependencia y hay cada vez más enfermos mentales que deberían ser tratados de su patología y que, por la desatención que hay hacia ellos, incurren en delitos que los conducen a prisión, el peor sitio para que se curen.

--¿Qué falla en España para tener uno de los mayores índices de población reclusa de Europa con una de las tasas de criminalidad más bajas?

--Nos estamos acostumbrando a buscar respuestas inmediatas a problemas complejos con hondas raíces en la desigualdad, la incultura y la pobreza. Se ha entendido que la mejor forma de reaccionar ante delitos que crean inquietud en la opinión pública es endureciendo las leyes y llevando a la gente a la cárcel. Es objetivo que España es uno de los países con mayor tasa de encarcelamientos y con uno de los códigos penales más rigurosos y condenas más duras. Pero mucha gente no lo cree, piensa que el sistema penal es muy blando, que se entra por una puerta y se sale por otra... Y no es así. Es absurdo dejarse llevar por el peso de los prejuicios y la demagogia. Si asuntos como la drogodependencia se dejan de percibir como problema, se pierde todo el gran trabajo que se hace para combatirla.

--¿Las cárceles cumplen su cometido de reinserción?

--Debe buscarse la reinserción y hay muchos programas para que la gente normalice su vida, adquiera hábitos saludables, aprenda a valorar su salud y también su relación con los demás. Se hace un trabajo extraordinario en las cárceles, pero si esa persona cuando sale no encuentra el apoyo necesario, hay un riesgo altísimo de que vuelva a caer. Es simplista quedarse en que hay mucha reincidencia sin analizar la realidad. Muchos presos dejan la droga, se sacan certificados de estudios, se forman en un trabajo y, sin embargo, al salir son personas muy vulnerables.

--Está extendida la idea de que en las cárceles se vive muy bien...

--La privación de libertad es la peor situación por la que puede pasar alguien y eso se minimiza. Algunas personas confunden la aplicación de la ley y la ejecución de la pena con la venganza y el sufrimiento. Es una idea equivocada, inútil y contraproducente. La prisión protege y mantiene la seguridad, pero su finalidad primordial es reeducar. Dentro de ese proceso es muy importante que las cárceles estén bien dotadas educativa y culturalmente. También es fundamental el deporte, no solo desde el punto de vista lúdico, sino por su función terapéutica. Me duele cuando oigo quien critica que haya piscinas o canchas deportivas y se interprete como un lujo. Nadie iría a un sitio así a tomar el sol o el fresco. También hizo piscinas el PP en los 90 y ahora han cambiado de criterio y han decidido no usarlas.

--El PP dijo que se habían acabado las cárceles con piscinas y también ha endurecido las penas en su reforma del Código Penal. ¿Qué le parece?

--Un error más. Hace mucho tiempo que sabemos que funciona la prevención del delito, no el endurecimiento de las penas. ¿Alguien cree que cuando un chico mata a su madre está pensando en si le caen 20, 30 o 40 años?. Cuando un caso genera gran alarma social, se legisla de cara a la galería. Medidas como la cadena perpetua revisable se aplicarán después del cumplimiento de la pena. Es decir, dentro de 30 años. Aspiro a que el mundo cambie y entonces no sucedan algunas de las cosas que están ocurriendo. Mi obsesión es la prevención del delito y poner todos los medios para ello, en lugar de identificar la eficacia del sistema a base de castigos más duros. Me parece un fracaso, una distorsión de la realidad y una falta de responsabilidad.

--Una de sus aportaciones fue la introducción de los módulos de respeto...

--Son el porvenir de las prisiones, porque dan confianza a los reclusos que gestionan esos módulos y les ayuda a ganar confianza. El nivel de conflictividad es bajo. Además, el papel de los funcionarios es fundamental, porque la gran mayoría tienen altas dosis de humanismo.

--¿Todos los ciudadanos son iguales ante la ley?

--Teóricamente sí. Y todo el mundo tiene derecho a la defensa. Pero este Gobierno cuestiona la Justicia gratuita eliminando recursos para esas personas heroicas que creen en la Justicia y están en el turno de oficio. Por no hablar de las tasas judiciales, que son una barbaridad.

--¿Y con los delincuentes de guante blanco? ¿No hay una laxitud mayor con ellos?

--Eso produce un gran resentimiento y provoca que se deje de creer en el sistema. Echar una puerta abajo para llevarte un televisor, aunque no hagas daño a nadie, está más penado que el que firma un papel y arruina la vida de miles de personas, aunque ni les mire a la cara. Eso genera una gran frustración. No hay que minimizar el delito, pero no puede haber tanta desproporción entre el castigo por unos y otros delitos.

--En su libro no hay testimonios de terroristas. Lo hace de forma intencionada, pero es indudable que el terrorismo copó gran parte de su etapa y le causó un gran sufrimiento. ¿Le duele algunas de las cosas que se dijeron?

--No hablo en el libro de forma consciente y así lo explico, porque es un tema que afecta a otros muchos ámbitos. Recibía muchas cartas de etarras, pero la mayor parte eran panfletos. Es cierto que en mis ocho años fue un objeto de preocupación constante pero creo que el trabajo que se hizo en ese momento, tanto en el sistema penitenciario como en el policial, judicial y otros ámbitos, fue determinante para el fin de ETA. Por tanto, todo el sufrimiento que padecí lo doy por bueno.

--Pero se dijeron barbaridades sobre usted. Basta recordar el caso De Juana Chaos.

--Pero eso se me ha olvidado ya. El cambio es extraordinario y hemos conseguido acabar con el principal problema de la democracia española. Todo lo que se hizo trataba de conseguir el final de ETA y me da mucha pena que se valore tan poco lo que hizo ese gobierno socialista. Parece que es una cosa menor que ahora no esté ETA. Por eso, que yo pasara unas temporadas muy malas no tiene ninguna importancia cuando una sociedad entera vive ahora sin miedo. No lo quiero remover mucho, pero se dijeron barbaridades sobre mí cuando lo de De Juana Chaos. Y eso que la causa que se le reabrió fue por un artículo que escribió contra mí. ¡Cómo se puede distorsionar todo! Pero mi único interés es que se superen las demagogias, los deseos de venganza y los análisis nada rigurosos sobre la realidad. Que aprendamos a ver a las personas y tengamos un sistema digno y respetuoso con los Derechos Humanos. Entender lo que pasa no es ni justificarlo ni perdonarlo. Entender te da más conocimiento y garantías de hacer un trabajo más digno y humanitario, más eficaz.

--Me gustaría saber su opinión sobre el estado del PSOE...

--Oh, no, no. Estoy fuera de la actualidad política. Cuando acabé mi ciclo en el Gobierno volví a mi trabajo y ya está. Sí me produce un poco de pena que las personas que pueden aportar algo de lo que han aprendido se queden varadas, pero es algo que suele suceder. Al PSOE no tengo nada que reprocharle, me considero muy afortunada por haber trabajado durante ocho años en el Gobierno. A la presentación del libro en Madrid vinieron Zapatero, Rubalcaba y Antonio Camacho y les estoy muy agradecida por la confianza que me dieron y el respaldo a mi trabajo, algo que no era fácil porque no todo el mundo lo entendió.