Era eso. El debate del Estado de la Comunidad. El líder de los socialistas, Javier Lambán se estrena en campo ajeno. Se atusa el mostacho sentado, con el discurso reposando en el escaño. Y enfrente Luisa Fernanda Rudi, que se yergue en su escaño como una cobra. Con sus fichas parvularias en la mano, trasteándolas como un cirujano abre un vientre. Era eso. El portavoz del PAR, Alfredo Boné, con el mensaje metido en una botella bañada en nitroglicerina. Adolfo Barrena (IU) con el pálpito de la calle y Nieves Ibeas con el látigo entre los dientes.

Y fue ese el momento. Lambán que se levanta y sube a la tribuna. Mira sus papeles y cacarea. Mira al infinito. Duda en ocasiones, pero enlaza el discurso con holgura. Llevaba semanas trabajando con su equipo. Tardes de estudio en la sombra de la Aljafería. Líneas y más líneas que no terminaban de cerrarse ante la incertidumbre del precipicio. Es consciente de que es su momento. ¿Es el líder del PSOE?; ¿el futuro candidato? Los suyos lo observan expectantes. Rudi esboza leves sonrisas irónicas, niega con la cabeza, mira de vez en cuando a su escudero, Roberto Bermúdez de Castro, que toquetea su móvil. Lambán termina su discurso. Su bancada aplaude. Lo ha hecho hasta en seis ocasiones durante su intervención. El jefe de filas de los socialistas se sienta satisfecho, consciente de que ha estado bien, de que ha estado a la altura y de que ha endurecido sobremanera el discurso del PSOE.

Rudi palpa sus barrotes y salta a escena. Baraja su fichas de colores y empieza por la demagogia del rival. Le ha parecido excesivamente duro. No se lo esperaba. Comienza su cascada de cifras que sumergen a los socialistas en cierto estupor. Los populares aplauden. Es parte del juego. Se le cae una de las notas al suelo, pero no pierde comba. Desmenuza cada acusación de Lambán y la desmonta. Son sus datos, con más o menos maquillaje. Está casi tanto tiempo en la tribuna como su rival. Vuelve al escaño en plena apoteosis popular. Seguramente había ganado a los puntos.

Lambán vuelve a salir, ya sin papeles. Solo escuetas notas. Echa mano de la ironía para cuestionar los datos ofrecidos por Rudi. Pero se le nota más dubitativo; con el verso menos suelto. Y eso lo nota la presidenta que luego le lanza ese mismo reproche. Termina el cara a cara y populares y socialistas se dan por vencedores en la cafetería y en los pasillos. Lambán supera el trance sin ser arrollado por el tren dialéctico de la jefa del Ejecutivo. Y eso ya es mucho.

Lo que Rudi no sospechaba, ni por asomo, a esas alturas, era que el peor mal rato en el debate se lo iba a deparar el discurso del portavoz del PAR, de su amado socio, Alfredo Boné. El aragonesista desenfundó raudo y dejó a todos perplejos. La presidenta torcía el gesto. Criticó las medidas adoptadas por el Gobierno de Mariano Rajoy sin contemplaciones y dijo, a modo de balance tras un año de coalición que había "menos Aragón". Casi nada. Sus palabras sorprendieron incluso a los suyos. José Ángel Biel salió de la sesión enfadado. Solo conocía algunas partes del discurso que iba a leer Boné. Pero las perlas no. "Nosotros creemos que se ha hecho lo correcto en bastantes cuestiones, pero no es suficiente, ni mucho menos se ha hecho todo lo posible", espetó.

A los populares que se esperaban un discurso menos agrio no les gustó nada el desaire de Boné. Otro más. Parecía más bien que se estuviese poniendo fin a la coalición. O que el PAR estuviera en la oposición. Y ni una cosa ni la otra son ciertas. Porque el día siguiente ambas formaciones votaron conjuntamente muchas de sus propuestas de resolución y tienen ya los primeros esbozos de los presupuestos cerrados. Nadie entendió lo que estaba pasando. Todos los achacaron a una nueva salida de todo de Boné, que parece ir por libre.

En cualquier caso, del debate todos los grupos salen reforzados. Cada uno en su papel. CHA e IU siguen en su línea de oposición dura, seguidos ya de cerca por el PSOE. Y también por el PAR, que deberá decidir y definir qué quiere ser. Si está o no en el Gobierno. Una duda ya casi metafísica.