La velocidad con que las noticias aparecen y desaparecen en estos tiempos siempre me ha resultado inquietante. Primero viene el bombardeo incesante y explosivo de información ante un hecho prodigioso, y al cabo de los años impera el silencio, la nada sobre ese mismo hecho. El seguimiento informativo de las noticias era algo sagrado que nos enseñaban cuando éramos estudiantes de periodismo. Hoy ya no existe.

Esta reflexión profesional me viene a la cabeza al ver a la monja pintora en todo su esplendor exponiendo su obra de nuevo en Zaragoza. No puedo evitarlo y, por pura lógica, asocio su nombre al sorprendente robo que en febrero de 2011 sufrieron las monjas de clausura del convento cisterciense de Santa Isabel en la capital aragonesa; puesto que Isabel Guerra era una de las 16 monjitas de clausura que por aquel entonces no tan lejano habitaban el cenobio.

Aquella tarde el convento fue noticia porque las propias monjas denunciaron el robo de un millón y medio de euros, en billetes de 500, que tenían guardados en bolsas de plástico en un armario. Como es natural la noticia fue ampliamente recogida por la prensa, y la clausura se vio rota e invadida por la magnitud de la cantidad sustraída en lugar tan apacible y entregado a tareas sobrenaturales y, por supuesto, a terrenales también.

Lo más llamativo si cabe es que en menos de 24 horas la superiora de la orden cambió su denuncia por escrito (una vez asesorada por su abogado) y bajó la cantidad robada a 400.000 euros. La pregunta que todos se hicieron es obvia: ¿qué hacía semejante fortuna en bolsas de basura guardadas en un armario de un convento de clausura?

Hubo respuestas, ya que las monjas se dedican a la restauración y encuadernación de libros viejos y pergaminos, además de recibir limosnas (donaciones) de sus clientes o feligreses, y atesoran las ganancias procedentes de la venta de las pinturas de Isabel Guerra; que como todos sabemos: pinta como los ángeles y vende como los ángeles. Basta recordar que sus encargos están muy cotizados: pueden llegar a los 48.000 euros y no bajan de los 2.500. Con lista de espera de clientes desde hace años. Y como la memoria es asociativa, recuerdo que la noticia se cerró con que la policía abrió dos líneas de investigación: una para identificar a los ladrones y otra para aclarar la procedencia de una suma tan considerable de dinero en billetes de quinientos, algo que indujo a pensar que podría tratarse de dinero negro.

Hiperrealismo trascendental llaman a su esmerada técnica, últimamente enriquecida con herramientas digitales. Ahora que Hacienda nos recuerda que comienza el plazo para declarar nuestros ingresos, es oportuno preguntarse qué pasó con aquella fortuna escondida en un armario, si las monjas declaraban al fisco por ello, si cogieron a los malos o simplemente estamos ante un nuevo milagro en el convento. Un comunicado de la Agencia Tributaria o de la policía no estaría de más para cerrar el caso y aclarar las sombras del enigma.

(EL PERIÓDICO adelantó la noticia del robo en el monasterio y hace tres semanas, en el cuarto aniversario de la denuncia del robo, publicó una información en la que detallaba los nulos avances de la investigación sobre este delito que dio la vuelta al mundo).