Francisco Valero perdió la vida ayer en el valle de Tsum, en Nepal, el país del que se enamoró al participar hace tres años durante la misión de rescate de víctimas españolas tras el terremoto y al que volvía asiduamente en misiones humanitarias con la Asociación José Ramón Morandeira, como responsable de seguridad en la montaña. Un cargo de sobra ganado por ser Paco, como le conocían, «un profesional como la copa de un pino, muy metódico», como recordaba ayer un antiguo compañero suyo de los equipos de Montaña de la Guardia Civil oscense. De ahí que no se explicara lo que había podido pasar.

Las circunstancias, de hecho, no están claras, explicaba María Antonia Nerín, presidenta de la asociación. Ella era habitual acompañante de Valero en estas incursiones humanitarias, con las que llevan material sanitario y ayuda al país asiático, y visitan orfanatos para dar charlas de higiene y salud.

En esta ocasión ella no pudo ir por estar convaleciente, y por lo que ha podido hablar con el resto de la expedición (dos sanitarias), Valero iba a la cola del grupo al descender el valle de Tsum cuando «oyeron un ruido y ya no lo vieron». Deducen que ha debido de tratarse de un derrumbe de rocas, por las lesiones que ha sufrido en la cabeza y otras zonas. El cuerpo, en cualquier caso, ha sido rescatado y su hijo está viajando a Katmandú para ayudar en lo que pueda con la repatriación. Contará con la ayuda del consulado español, que «se está portando fenomenal», apuntaba Nerín.

Paco Valero se hizo especialista en montaña en 1977, y estuvo destinado en Jaca y en el Centro de Adiestramientos Específicos de Montaña (CAEM) de la ciudad, donde fue instructor jefe. Allí se casó y se asentó, y sigue viviendo su familia, explicaban fuentes del instituto armado, pese a que antes de retirarse pasara más de una década como jefe del GREIM de Pamplona.

Tras pasar a la reserva, su amor por la montaña siguió intacto y de hecho también trabajaba como monitor de esquí en la estación de Candanchú.

Precisamente ayer se cumplían tres años desde que Valero participó en el hallazgo y rescate de una de las españolas fallecidas en el terremoto de Nepal, Roser Palau, según contaba un compañero en esa expedición. Durante ese viaje, y pese a lo penoso de la experiencia, «Paco se enganchó con Nepal», explicaba.

Su enganche fue a más con las misiones humanitarias con la asociación Morandeira, con la que llevaba colaborando desde hacía años, en múltiples actividades formativas de montaña. Pero desde el 2015, participó en todas las misiones humanitarias organizadas. La última, la que partió el pasado 20 de abril a Katmandú, de donde tenían previsto regresar el próximo 18 de mayo.

En este tiempo, según Nerín, se convirtió en «piedra angular de la asociación», al ser «extraordinariamente comprometido y entusiasta». De hecho, al no poder ir la presidenta en esta ocasión se ofreció a ir él como responsable.

Según se puede leer en el blog del viaje, los niños nepaleses tenían sobradamente fichado a Valero como «el hombre de los gorros, de los lápices, de los cepillos de dientes, de los balones...». Lo había seguido siendo hasta que ayer, volviendo de un remoto valle, pereció. «Es de esa gente que se echará mucho de menos», añadía su excompañero oscense.