"¿Hay alguna científica en la sala?", este es el título de la muestra que se clausuraba hoy en el Centro de Historias de Zaragoza con la presencia de algunas de las investigadoras que la protagonizan, que buscan visibilizar a la mujer en la ciencia e introducir nuevos referentes para las jóvenes.

Así, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, investigadoras del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), el centro de investigación más antiguo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), han estado conversando con todo aquel que quisiera conocer su trabajo.

Y es que "faltan referentes" para las niñas, que vean ejemplos y casos de éxito en un mundo, como el de la ciencia, tradicional y socialmente asociado a los hombres, reconoce en declaraciones a EFE María Jesús Lázaro, delegada del CSIC en Aragón, junto con la de Asturias la única delegación que dirige una mujer, que admite que en las reuniones a las que asiste "la mayoría son hombres".

Fue ya en 2002 cuando un grupo de mujeres plantea en el CSIC la escasa presencia femenina especialmente en las escalas más altas, y consiguieron pasar del 18 al 25 por ciento, pero ahí se quedó la barrera.

Mucho peor es el porcentaje en cuanto a catedráticas en universidades, solo un 21 por ciento, por no hablar de los premios Nobel con nombre de mujer, que apenas llegan al 5 por ciento.

"Hay que empezar por cambiar la mentalidad desde abajo", insiste, y añade que "igual habría que formar también a las familias" para que dejen a las niñas hacer lo que quieran o trabajen para combatir el temor al fracaso, que sus compañeros varones normalmente no manifiestan.

Para ello, desde el CSIC apuestan por dar a conocer los nombres y los trabajos de Concepción Alados, Clara Castellano, Paz Errea, Ana Foronda, Elena Royo, Yolanda Pueyo, Belinda Gallardo, Mercedes García, María Begoña García, Graciela Gil, Penélope González-Sampériz, Elena Granda, María Leunda, Raquel López, Natalia Martín, Ana Moreno, Estela Nadal, Sara Palacio o Marina Peña.

Precisamente la sevillana Marina Peña es una de estas jóvenes científicas que actualmente elabora en el IPE su tesis doctoral sobre los impactos de la sequía en los distintos sistemas naturales, algo muy conveniente en el momento actual.

Espera que su tesis sirva para sacar herramientas que puedan ayudar a tomar medidas para paliar los impactos de la sequía o, incluso, que puedan prevenirse algunas de sus consecuencias antes de que se produzcan.

No obstante, remarca que la gestión es "muy importante" y que para ello debe haber una comunicación fluida entre científicos y partes interesadas, entre los que destaca la parte política, porque "si no entiende el diálogo abierto con los investigadores, poco podemos hacer".

"Que no tengan miedo", es lo que les dice Peña a aquellas estudiantes que se planteen seguir su camino, aunque el sistema educativo español no prime la investigación ni la ciencia.

Entre las presentes en este encuentro informal predominan aquellas que trabajan sobre clima y vegetación en ecosistemas de zonas áridas o semiáridas, como la altoaragonesa Yolanda Pueyo, científica titular en el IPE.

En su línea de investigación tratan de aportar al conocimiento desde la ciencia cómo funcionan los ecosistemas y hasta llegar a predecir qué puede pasar en el futuro bajo diferentes escenarios climáticos y, así, elaborar recomendaciones para una gestión sostenible.

Pueyo subraya la necesidad de la visibilización, de que la sociedad vea que hay "un montón de mujeres" en un sector que describe como "motivante, bonito y útil para la sociedad", en el que son "valiosísimas" y no todo es "el científico loco con bigote".

Su compañera Ana Foronda, natural de Cazorla (Jaén), trabaja en el ámbito de la ecología vegetal, concretamente en las relaciones "planta a planta", de nuevo en zonas áridas bajo condiciones "muy extremas", con temperaturas muy altas y escasez de nutrientes.

Su hipótesis es que hay plantas especializadas en ciertos ambientes que pueden ayudar a otras menos adaptadas, que se aprovechan de este hecho.

Sobre la llegada de mujeres a la investigación científica, cree que cada vez se van atreviendo más y se ponen menos barreras, y se muestra convencida de que "si se lucha por cambiar, se cambia".

Por último, la zaragozana Penélope González-Sampériz, también comisaria de la exposición y miembro de la Comisión Mujeres y Ciencia del CSIC, trabaja en la reconstrucción de la vegetación del pasado para ver impactos del clima en las sociedades humanas.

Confía en que esta exposición, que ha recorrido varios institutos aragoneses a lo lago del último año, contribuya a crear referentes femeninos entre las más jóvenes, ya que solamente existe Marie Curie en la memoria colectiva y "no hace falta ser premio Nobel" ni que ese sea el ejemplo a seguir, asegura.

Lamenta que no haya iconos ni referentes científicos femeninos en los libros de texto cuando son "el 50 por ciento de la población" y "para que una sociedad avance se necesita a todo el mundo".

Ahora, gracias a iniciativas como esta, cada vez van más niñas a preguntar qué tienen que hacer para dedicarse a la ciencia y cada vez hay más "científicas en la sala".