Finalmente los tribunales han anulado el proyecto de embalse de Mularroya en la sentencia del contencioso administrativo que la Plataforma Jalón Vivo había planteado. Los argumentos ambientales, que la legislación europea define cada vez con mayor rigor, han sido la clave.

Por mi parte, en cuantas ocasiones he estudiado el proyecto y los problemas de la comarca de Cariñena-Alfamén, siempre he insistido en que es uno de los embalses más irracionales, desde el punto de vista económico, de cuantos han suscitado conflictos en Aragón.

Teóricamente Mularroya debería resolver los "déficits" creados por la sobreexplotación del acuífero de Alfamén. Sin embargo, estos problemas se manifiestan en las zonas del acuífero más alejadas del Jalón, donde los terrenos están a una cota muy superior a la del embalse de Mularroya, lo que deja a los posibles usuarios fuera del área de servicio del embalse. Por el contrario, los regantes próximos a las riberas del Jalón, que sí quedarían cubiertos por la cota del embalse, disponen siempre de agua, a escasa profundidad bajo sus fincas, aún en años de sequía, pues el acuífero drena las aguas desde el Huerva hacia el Jalón. Se trata de dilucidar qué costaría más: ¿Pagar canon y tarifa del embalse y del canal, o pagar el correspondiente bombeo de aguas del acuífero?

Quien conoce el proyecto de Mularroya sabe que, los 15.000 millones de antiguas pesetas del primer proyecto, ya en 1999, se habían transformado en un presupuesto de 28.000 millones. Por otro lado, el coste mayor (más que la presa) se produciría en la perforación del túnel que debería conducir el agua hasta la zona de desembalse, atravesando una muralla de cuarcita.

EL COSTE TOTAL de estas obras, amortizadas de forma rigurosa a 40 años, supondría entre 0,12 y 0,18 euros por metro cúbico; y ello suponiendo que no se produjeran las habituales desviaciones presupuestarias que suelen elevar los costes de ejecución en no menos del 30%. Si se calcula el canon y tarifa, desde el vigente reglamento del dominio público hidráulico (que debería reformarse para adecuarlo a los criterios de la Directiva Marco europea), lo que deberían pagar los futuros usuarios se elevaría a unas 50.000 antiguas pesetas por hectárea el primer año y una media de más de 40.000 en media a lo largo de los 10 primeros años. Y ello suponiendo que todos los usuarios potenciales estén dispuestos a pagar. Sin embargo, resulta evidente que la mayoría de ellos no lo estarían, como no lo estuvieron en el caso del bombeo de la Tranquera, tras gastarse más de 2000 millones de las antiguas pesetas del erario público, en la década de los 90.

La razón radica en que, en la zona baja del acuífero, junto al Jalón, aún en años de sequía, cuando los caudales de las acequias son escasos, se puede bombear agua del acuífero, por un coste inferior a 0,02 euros por metro cúbico.

En todo caso, la Confederación Hidrográfica del Ebro debería haber explicado claramente a los futuros usuarios, lo que deberían pagar por el agua, condicionando las eventuales obras a un compromiso de pago, firmado por los futuros usuarios. Si tan sólo una parte de ellos aceptara el compromiso, el coste por hectárea debería revisarse al alta, para cubrir los costes que exige la ley. No ofrecer esta información clara a los futuros usuarios y no exigir por adelantado su compromiso de pago nos conduciría, como en el caso del bombeo de la Tranquera, a enormes gastos públicos que quedarían en quiebra financiera.

Alternativas existen muchas, pero sin duda, la línea de acción más razonable pasa por organizar una comunidad de usuarios del acuífero de Alfamén, que ponga orden en la explotación sostenible de ese patrimonio, que es de todos.

Una vez organizado el buen gobierno del acuífero, con la colaboración directa de los propios usuarios, la clave estaría en abrir estrategias de realimentación artificial del acuífero, estudiando las cotas y lugares más apropiados para realizar esa recarga con caudales de invierno. Siendo que ya disponemos de un enorme embalse bajo nuestros pies, resulta absurdo que construyamos otro. Y menos hoy, con la que está cayendo, en plena crisis económica.