Tardó varios meses en hacer la mudanza para tomar posesión de la archidiócesis de Zaragoza. Se planteó incluso renunciar al nombramiento, tal y como reconoció a este diario siete años después. Venía de Murcia con dos estigmas: se había mostrado partidario del trasvase del Ebro y en algunos medios de comunicación decían de él que era demasiado amigo de empresarios y poderosos.

Manuel Ureña Pastor (Albaida, 1945) no llegó lo que se dice con buen pie a la capital aragonesa, pero nueve años después aquellas reticencias se han difuminado si no desaparecido.

De carácter rocero y conversación campechana, monseñor Ureña ha sabido conectar con políticos de todo signo, pero especial amistad ha entablado con el alcalde socialista de la ciudad, Juan Alberto Belloch, y el presidente regionalista de las Cortes de Aragón, José Ángel Biel. Buen negociador, ha rentabilizado a los amigos poderosos y ha logrado convenios que han permitido sacar adelante importantes actuaciones en el patrimonio eclesiástico aragonés, que encontró bastante deteriorado.

Con Endesa, Ibercaja, Telefónica o el Banco de Santander ha restaurado e iluminado las fachadas del Pilar; con Caja Madrid y el Departamento de Cultura recupera las pinturas de Goya en la basílica, ha renovado el palacio arzobispal, el seminario de San Carlos, la iglesia de la Cartuja, ha construido templos de nueva planta...

Sin embargo, ha sido en su terreno, el eclesiástico, donde ha encontrado más minas. Y no por desconocimiento de la realidad de su archidiócesis porque ha recorrido miles de kilómetros, muchas veces al volante, para conocer a los pastores y feligreses.

Con una población dispersa y un clero insuficiente y envejecido, Ureña ha buscado vocaciones fuera y ha intentado renovar y relanzar un seminario que, a tenor de lo que se publica en foros y blogs religiosos, "era el peor de España". Pero, al parecer, ha sido en estos páramos donde se ha topado con los obstáculos.

Entre laicos muy implicados con la Iglesia y sacerdotes de distintas corrientes de la misma se ha reconocido que esperaban que Ureña ejerciera en Aragón un aire "más dinamizador", al igual que había hecho en sus anteriores destinos como prelado. Sin embargo, son estos mismos los que dispensan al arzobispo valenciano y reconocen que ha sido víctima de las conspiraciones y las intrigas de un sector del clero, a cuya cabeza sitúan al arzobispo emérito de Zaragoza, Elías Yanes.

En septiembre del pasado año un foro digital oscense atribuía a este un viaje a Roma previo a la visita ad limina de los obispos españoles en el que habría denunciado la incapacidad de Ureña para desempeñar su ministerio y habría llegado incluso a promocionar a algunos de sus afectos --conocidos como yaneros--.

Lo cierto es que la sorpresa de su renuncia no ha dejado indiferente a nadie. Máxime cuando arguye "motivos de salud" que, por otra parte, le hacen sentirse "bien físicamente" y "espiritualmente fuerte". El tiempo dirá, pero es reseñable que el día de ayer, 12 de noviembre, estuviera dedicado a varios mártires y a San Josafat, un obispo que, según cuentan, derramó su sangre por la unidad de los cristianos.