José Gracia, de 76 años, todavía recuerda "perfectamente" aquella madrugada del 18 de septiembre de 1936, al inicio de la guerra civil. Entonces, él solo tenía 5 años, pero aún puede oír el motor del camión que entró en Murillo de Gállego, en la comarca de Huesca, y se llevó a doce hombres, entre ellos su padre, que era agricultor y tratante de ganado. "Vinieron unos falangistas de la zona de Ejea y dijeron que se los llevaban a declarar a Zuera, pero pararon a pocos kilómetros, en un campo cerca del pueblo de Agüero, y los mataron a tiros a todos", dice.

Los fusilados fueron enterrados allí mismo, en tres fosas diferentes. Entre ellos figuraban, además del padre de José Gracia, el alcalde de Murillo por el Frente Popular, José Moncayola Cortés, un concejal de la localidad, que contaba con 700 habitantes, dos funcionarios municipales y varios campesinos.

Más de 70 años después, un equipo de arqueólogos está excavando las improvisadas tumbas, de donde ya ha extraído ocho esqueletos en buen estado de conservación. La fosa con los huesos del resto de represaliados ha sido localizada recientemente y su recuperación es solo cuestión de días. Cuando concluya esta tarea, los restos óseos serán enterrados en el cementerio de Murillo.

La búsqueda de los fusilados se inició en el otoño del 2006, a iniciativa de sus familiares, que sabían el lugar aproximado donde se hallaban las fosas. El Gobierno de Aragón les puso en contacto con la Asociación Pozos de Caudé y con la Fundación Bernardo Aladrén, que se ofreció a financiar los trabajos.

"Tenemos la obligación moral de dar una sepultura digna a nuestros antepasados", subraya Berta Cucalón, nieta del alcalde de Murillo de Gállego y portavoz de los familiares. "Solo nos mueve el deseo de que por fin se haga justicia con unas personas que representaban la legalidad republicana en el momento de su trágica muerte", añade.

Al estallar la guerra civil, gran parte de Huesca cayó pronto en manos del bando nacional, que inició de inmediato una sistemática represión. Militar en UGT, como Moncayola, era suficiente para merecer la máxima pena.

La masacre de los doce vecinos de Murillo (o trece, pues no se sabe el número exacto) fue una de las muchas sacas realizadas en tierras oscenses. El mismo 18 de septiembre, otras seis personas de la localidad fueron fusiladas cerca de Ayerbe.

En los pueblos del entorno de los Mallos de Riglos hay varias fosas de la guerra civil. Algunas son bastante conocidas, como la existente en la llamada Cantera de Torreiro, a un paso del embalse de la Peña, donde podría haber sepultadas veinte personas. O como otras ubicadas junto a Ayerbe y el pueblo de Santa María. Pero se desconoce el punto exacto en que se encuentran algunas más.

En cualquier caso, algunas zanjas ya han sido excavadas. En los años 80, por ejemplo, se extrajeron varios esqueletos enterrados también en un campo próximo a Agüero. Y en los 50 fueron exhumados los restos de soldados y civiles que aparecieron en un terraplén de la antigua carretera de acceso a Murillo.

"Estamos convencidos de que hay más fosas de las que se se cree", mantiene David Corellano, de la Fundación Bernardo Aladrén, que junto con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica está elaborando un mapa de las fosas de la guerra civil que salpican las comarcas aragonesas. "Es más, es muy probable que a medida que se investigue y se avance en la extracción de restos obtengamos información para hallar nuevas zanjas de personas fusiladas", asegura.