El tercer zaragozano ejemplar de este año es la conocida entidad deportiva Stadium Casablanca. Entre sus méritos está, sobre todo, llevar trabajando desde su fundación en 1948 en la formación de los jóvenes a través del deporte, objetivo prioritario de un club que ha obtenido muchos éxitos también.

Han sido 70 años los que ya han transcurrido y, coincidiendo con esta efeméride le llega esta distinción. En la actualidad cuenta con cerca de 19.000 abonados y más de 2.000 deportistas federados, algunos de ellos olímpicos. Ha recibido distinciones a su labor como la Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de Aragón en el 2001 y la Placa de Bronce que acredita su ingreso en la Real Orden del Mérito Deportivo concedida por el Consejo Superior de Deportes en el 2011.

Pero sobre todo se ha ganado el cariño de los zaragozanos que aseguran percibir. «Que te reconozca tu ciudad siempre tiene un atractivo especial, sobre todo por todo lo que hemos luchado por conseguir ayudar a la juventud zaragozana a través del deporte», comentó ayer el presidente del Stadium Casablanca, Javier Lasierra.

«Hemos sido siempre muy reconocidos por los vecinos de Zaragoza y llevamos su nombre fuera, a todos los lugares en los que estamos presentes», añade el máximo responsable de la entidad, que en estos momentos, cuando el ayuntamiento les otorga este reconocimiento, cree que «hay que acordarse de quienes dieron los primeros pasos por este club y los que les siguieron durante años, por un proyecto que intentamos continuar». Porque «la fórmula de hace 70 años, de educar a través del deporte, sigue vigente hoy».

Presentación Torrecilla Gracia es referente en la lucha vecinal en Zaragoza y por eso ahora el ayuntamiento le ha escogido para reconocerla como ciudadana ejemplar. Fundadora, junto a su marido, de la Asociación de Vecinos del Picarral, toda su vida ha mantenido el compromiso social desde la base por la justicia social, del movimiento antimilitarista y de la objeción de conciencia, la igualdad y la defensa de la mujer. Años más tarde se trasladó al Arrabal y hoy, a sus 80 años, sigue colaborando en la asociación Tío Jorge en los temas de mujer y medio ambiente.

Es la descripción de los múltiples méritos que atesora esta incansable defensora de las causas que consideraba justas. Estuvo en primera línea de la reivindicación, tal y como ella misma recuerda, «en unos años muy difíciles». Se define a sí misma como «una luchadora por la justicia social». Aunque a la vez añade que «hay muchas mujeres que la merecen tanto o más que yo» que ella esta distinción.

«De lo que más orgullosa estoy es de la lucha por la insumisión, en la que 85 madres llegamos a estar defendiendo a nuestros hijos», en contra de la prestación del servicio militar obligatorio, así como «de otra batalla que no gané, la del maltrato y la violencia machista».

Se arremangó por sus vecinos del Picarral porque había muchas carencias que cubrir. «Ahora me gusta mi barrio pero quedan muchas cosas por hacer», comenta.

Serán otros quienes las consigan, quienes le tomaron el relevo en esa primera línea, aunque opina que al movimiento vecinal «le faltan muchas generaciones para ser el que fue». «No les veo igual de luchadores, quizá se lo dejamos muy fácil», dice.

Zaragoza va a distinguir a título póstumo a Valentín Pamplona Garcés, quien fuera presidente de la Asociación de Vecinos San Andrés y miembro de la constitución de la Junta de Distrito de la Margen Izquierda y, posteriormente, de la de Actur-Rey Fernando. El ayuntamiento le ha escogido por su trabajo incansable en el barrio y participó activamente en la resolución de los conflictos de Quinta Julieta, en la gestión del campo municipal de fútbol de Ranillas y por la mejora de la vida de los vecinos del mismo.

«Significa mucho este reconocimiento, algo que él merecía por todos los años que trabajó por desarrollar el barrio en los años 80, cuando comenzaba a existir». Así valora su hija, Nieves, el significado de una distinción que él ya no podrá recoger pero que, sin duda, «habría estado muy orgulloso de recibirla». Porque peleó por llevar todo lo que un distrito necesita para tener calidad de vida.

Si hubiera que destacar alguna de esas conquistas vecinales en las que Valentín Pamplona estuvo participando, su hija recuerda que «estuvo muy orgulloso de todas las infraestructuras nuevas que fueron llegando cuando se fue a vivir al Actur», donde «había muy pocas cosas en esos momentos».

Ahora la realidad ha cambiado mucho, han pasado tres décadas. «Fuimos a vivir allí en 1982, y había calles que ni siquiera estaban asfaltadas», explica su hija. Había que hacerlo todo de cero, estar en guardia y hacerse oir por quienes tenían en su mano hacer habitable el barrio, desde la plaza Ortilla, donde sigue estando el hogar familiar, hasta la otra punta del Actur. «Le gustaría el barrio como está, pero siempre buscaría cosas que le faltaran», concluye.