El 7 de octubre del 2016 la vida del atleta aragonés Iván Ramírez dio un giro de 180 grados, después de sufrir una brutal paliza en la localidad zaragozana de Ejea. De valerse por sí mismo, ahora es una persona dependiente de sus seres queridos hasta el punto que los forenses desaconsejaron que ayer declarara en el juicio contra el responsable de la agresión por presentar una severa afectación de las funciones cognitivas superiores. Quienes sí dieron explicaciones sobre lo que ocurrió aquella noche fueron los dos acusados Iván K. y Aleks V. Aseguraron que en ningún momento habían previsto un final tan lesivo para la víctima. Según el principal encausado, Iván K., quería hablar con Iván Ramírez porque «tiraba la caña» a su novia, menor de edad, y que, para más inri, era prima del corredor.

«Queríamos ponerlo en evidencia delante de toda la familia porque no era normal que un tío de 40 años le enviara esos mensajes a su prima de 17», insistió Iván K. ante los magistrados de la Audiencia de Zaragoza que le juzgan como presunto autor de un delito de lesiones agravadas por el que se enfrenta a 12 años de prisión. También explicó por qué lo hizo durante la noche y en un zona apartada de Ejea, puesto que afirmó que «la obsesión» de Ramírez era «follar, ya que le decía a través de Facebook que fuera a su casa o a un hotel».

Preguntado por su abogado defensor, José Cabrejas, el encausado reconoció que «perdió los papeles» al ver cómo intentaba coger por la cintura e intentar besar a la joven. A partir de ahí, aseveró que le dio «dos o tres puñetazos, que cayeron al suelo y que oyó un ruido raro y que se preocupó por él».

Tanto Iván K. como Aleks V., a quien se le imputa un delito de omisión del deber de socorro, negaron que les diera igual el estado de la víctima, a quien «le ofrecimos llevarlo a urgencias». «Él decía que estaba bien, pero yo llamé al padre de mi novia para que viniera». Tras atenderlo, todos ellos se marcharon del lugar y lo dejaron solo.

Una versión que confirmó este hombre, quien incidió en que invitó a su sobrino Iván Ramírez a llevarlo al hospital, pero este le contestó «si mañana me encuentro mal ya iré a urgencias». No obstante, no se quedó convencido y avisó a su esposa para que esta llamara a la madre de Iván y le dijera lo que había ocurrido.

El padre de la joven resaltó que el propio Iván Ramírez fue el que abrió el maletero, cogió una camiseta de deporte del mismo y se cambió porque la que llevaba hasta ese momento estaba mojada y con algo de sangre que le había salido de la nariz.

Durante su declaración, este hombre quiso destacar que, a raíz de todo ello, acudió a la Fiscalía de Menores a denunciar «el acoso» que la joven había sufrido por parte de Ramírez, pero que lo archivaron. «Me dijeron que no se había consumado, me indigné mucho porque... ¿a qué tiene que esperar un padre? ¿a que violen a su hija, la maten y la tiren por un barranco?», lamentó, mientras destacaba que la víctima y el novio de su hija - con el permiso de ella- habían estado una semana teniendo conversaciones de alto contenido erótico. Él avaló la idea de que era para descubrirlo ante toda la familia.

MIEDO

La entonces menor aseguró entre sollozos que tenía miedo a quien fuera su primo y justificó que no dijera nada de las proposiciones que le hacía Iván Ramírez a su familia. «No les dije eso, porque no me había pasado nunca algo así, no sabía qué hacer y tenía miedo de que no me creyeran», apostilló.

Junto a ellos también declaró el hombre que evitó que Ramírez pudiera haber muerto en el interior de su coche. «Lo vi semiinconsciente, así que llamé a la Policía Local que lo llevó al centro de salud», afirmó, si bien reconoció que hubo un momento en el que el atleta le dijo que «estaba bien con un gesto con la mano, a la vez que abría la puerta del coche y vomitaba».

La primera sesión del juicio, que continuará hoy con el informe de los médicos, finalizó con la declaración de la Guardia Civil del caso. Los agentes admitieron que Iván K. colaboró desde el primer momento.