Los drones están de moda. Su uso se ha multiplicado en todo Aragón por la rebaja en los precios de los aparatos y por la multiplicación de sus funciones comerciales. Los aficionados han descubierto las tiendas de aeromodelismo y los profesionales se esfuerzan en ofrecer cada vez más productos. Fotos aéreas, grabaciones de fincas, control agrícola, asistencia deportiva. La máquinas voladoras han llegado para quedarse. "Un aficionado puede lograr un aparato con todas las prestaciones por unos 200 euros", explica el responsable de la tienda de aeromodelismo RC System, Julio Espín. Situada en el centro de Zaragoza, reconoce que el perfil de los nuevos interesados tienen más que ver con la tecnología o la imagen que con el tradicional interesado en réplicas de helicópteros o aviones de la segunda guerra mundial.

Desde un punto de vista profesional, las cosas son distintas. Para manejar estos aparatos es necesaria una titulación similar a la de los pilotos de avionetas. Según el registro de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) en la comunidad existen 15 operadores autorizados. "Hay una gran confusión entre lo que es un operador profesional de drones y un señor que se compra un aparato por hobby", lamenta el presidente del club Osca de Aeromodelismo, José Ramón Sarasa. Con su empresa 8 Camera ofrecen un servicio de imagen aérea en un campo profesional que cada vez es más extenso. "Un buen número de aplicaciones para este servicio todavía está en pañales", reconoce. "Si la regulación cambia para hacerse más flexible, este campo puede generar muchos puestos de trabajo", avanza el responsable de Aragón Dron, Javier Pardo.

Con la proliferación de motores y cámaras surcando los cielos llegan las complicaciones. La regulación española es estricta y no convence a todos los sectores más profesionalizados, que consideran que la popularización de estos drones para uso recreativo ha provocado restricciones innecesarias. La AESA emitió hace unas semanas un comunicado con el objetivo de "concienciar a la ciudadanía de que no son juguetes: son aeronaves". Por lo tanto, recuerda que es necesario utilizarlos en espacios adecuados respetando las medidas de seguridad.

La legislación española sigue las directrices de la Unión Europea en esta materia, basadas en la necesidad de que sean tratados como nuevos tipos de aeronaves, integradas en el espacio aéreo y con un desarrollo tecnológico que cumpla estándares de seguridad.

Esta norma establece que el uso de un dron como "vuelo recreativo" no necesita por el momento ninguna autorización de la AESA, aunque sí tiene que cumplir diversas restricciones como la imposibilidad de volarlo en zonas urbanas, aglomeraciones de personas o cerca de edificaciones. Tampoco pueden superar los 120 metros de altura ni desaparecer del campo de visión de su controlador. Y solo pueden alzar el vuelo con la luz del día y en espacios despejados de otras aeronaves, como aeropuertos, aeródromos o helipuertos.

En el caso de no cumplir estas recomendaciones las autoridades pueden multar a los imprudentes con sanciones que rondan los 225.000 euros, aunque las denuncias todavía no proliferan en exceso.

Desde un punto de vista profesional, estas restricciones suponen un grave problema. "Existen clientes que nos piden reconocimientos de fachadas o de tejados y les decimos que nos los podemos hacer porque no se puede volar en zonas habitadas", lamenta Sarasa de 8 Camera. Para Pardos esto no debería suponer un problema, siendo como son operadores autorizados. "Con la electrónica no es difícil volar un dron, por muy complejo que sea, pero en el momento en el que se descontrolan por el motivo que sea, la experiencia de vuelo que tenemos nos permite actuar con solvencia", replica. En el caso de Aragón Dron los pilotos realizan todas las semanas varias horas de entrenamiento.

INTRUSISMO LABORAL

El intrusismo es uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los operadores. "Con 500 euros un aficionado se puede comprar un dron de grandes prestaciones", reconoce Espín, de RC System. Un interesado suele acudir a los clubes para aprender a volar y después ellos mismos van ampliando la tecnología que le aplican. "El perfil tecnológico de los que compran hace que siempre estén a la última, con mejores cámaras, prestaciones móviles y opciones diversas", asegura. La edad ronda la veintena.