Siete eran las familias que vivían en Isín antes de que el pueblo fuera abandonado y siete son las habitaciones de las que dispone el albergue del municipio después de una rehabilitación integral llevada a cabo por la Fundación Benito Ardid, que ha convertido un grupo de casas deshabitadas en un centro vacacional especialmente adaptado para discapacitados. Y, para mantener vivo el recuerdo, los nombres de las habitaciones son los mismos que los de los antiguos moradores de Isín: Casa Esteban, Sastre, Yerno, Miguel Pardo, Parda, Fidalgo y Barrio. El presidente del Gobierno de Aragón, Marcelino Iglesias, inauguró ayer oficialmente la rehabilitación integral del pueblo.

Isín tiene una historia similar a la de otros pueblos del Pirineo. El municipio, situado muy cerca de Larrés como una terraza con vistas a los bosques de roble y pino, quedó deshabitado a mediados de la década de los 60, cuando el turismo no había llegado a esos lugares ni había estallado el boom de la nieve. Sus habitantes se cansaron de quedarse aislados por las nevadas, de tardar dos días en poder ir al médico y empezaron a mirar con buenos ojos la creciente industrialización de Sabiñánigo, que comenzó a concentrar la riqueza de la comarca.

Un proyecto ilusionante

Las siete familias vendieron el pueblo al Gobierno de Aragón y, con el paso de los años, quedó en el olvido. Pero el destino de Isín no era ser engullido por la montaña. La peculiar morfología de su casco urbano le iba de perlas al que entonces era un proyecto en ciernes de la fundación Benito Ardid: la creación de un pueblo en el Pirineo adaptado para personas con discapacidad, física o intelectual.

La idea cuajó y en 1998 el Gobierno de Aragón cedió Isín a la fundación por 30 años. A partir de ese momento comenzó una ardua tarea de rehabilitación que costó cuatro millones de euros en la que se respetó escrupulosamente el aspecto del municipio y en la que llegaron a participar once personas y varias constructoras. La quince casas del municipio se reformaron y se unieron en su interior, formando el que ahora es el edificio principal: el albergue, que puede dar cobijo a 72 personas y que cuenta con grúas, baños adaptados y todo lo necesario para cubrir las necesidades del colectivo.

"Todo esto surgió de una necesidad. Queríamos que los discapacitados pudieran disfrutar del Pirineo como todo el mundo", asegura Paco López, director del proyecto Isín (974 336 122 y www.isin.es) y uno de los habitantes fijos de los que ya dispone el municipio. "La realidad es que no hay sitios adaptados para ellos", añade. Y destaca que tanto el albergue como la futura casa rural (abrirá sus puertas en junio con nueve plazas) están abiertos a todo el mundo. "Siempre hemos luchado por la normalización y este es el espíritu del pueblo", asegura.

La iglesia, de la que quedaban apenas las paredes, seguirá ejerciendo como tal, pero también como casa de cultura. Y como no hay lugar santo que se precie sin sus imágenes, se han realizado dos tallas que presidan el interior: la Virgen del Pilar y San Estebán, patrón del municipio. Pero en Isín no es todo tan espiritual y uno de los objetivos del pueblo es introducir a sus visitantes en el ambiente tradicional del Pirineo, misión que cumple la granja-escuela, un exquisito corral en el que solo se permite la entrada a especies autóctonas.

"Hemos intentado reproducir cómo era la economía de subsistencia del pueblo, con sus animales y su huerto", explica López. Las instalaciones se completan con una piscina adaptada y una cancha de baloncesto que parece suspendida en el aire.

Pero la novedad no aparca la tradición y, ahora, los nuevos moradores de Isín quieren recuperar la historia del pueblo. Y no van por mal camino: ya han recuperado las fiestas tradicionales, que comparten con los antiguos propietarios de las siete casas de Isín.