Con el visto bueno de la comisión técnica encargada por Patrimonio para entrar en la cripta del Valle de los Caídos, se plantea ahora el problema de encontrar dos cuerpos de los hermanos Lapeña entre los miles de represaliados. Los forenses que accederán al nivel tres del osario sobre el altar del Santo Sepulcro están preparados y vacunados. Es probable que mañana lunes se active el protocolo de actuación definido y todo quedará a la espera de un nuevo informe en el que se detalle el modo de actuar para la retirada definitva de los cuerpos.

La sentencia judicial del 2016 situó «on alta probabilidad» que los restos mortales de los anarquistas de Villarroya de la Sierra están entre los columbarios 2061 y 2069. Así figura en los registros de entrada del Valle de los Caídos cuando en 1959 se trasladaron al menos 80 cuerpos de represaliados republicanos en nueve cajas de madera. Estaban cubiertas con una tela negra y en ella debe figurar en letras blancas la localidad de origen. Además, unas marcas con tiza identifican exactamente cuál es el lugar donde están los huesos. Una vez retirados del complejo funerario megalómano será necesario realizar varias pruebas de ADN para identificar sin dudas a los fallecidos.

El cuerpo de Franco

Los trabajos preliminares se adjudicaron el pasado 4 de julio por algo más de 26.000 euros euros. Toda esta exhumación, que ha sufrido notables contratiempos por culpa de la negativa del prior del recinto, Santiago Cantera, a acatar la sentencia judicial, así como a las trabas burocráticas de Patrimonio Nacional, se está desarrollando de forma paralela a la mucho más mediática retirada del cuerpo del dictador Francisco Franco. Por este motivo los familiares de los represaliados aragoneses piden que no se olvide que bajo la cruz del paraje de Cuelgamuros siguen enterrados al menos 33.000 víctimas de la guerra civil. La mayoría de ellos sin el permiso ni el conocimiento de sus allegados.

El informe que ha desatascado el proceso de exhumación se constatan al menos dos buenas noticias. Por un lado, se observa en las grabaciones que los cajones en los que se trasladaron los restos se encuentran deteriorados, pero sin grandes daños. Al no estar mezclados los huesos la identificación será mucho más rápida y eficaz. Además, los técnicos constatan que las estructuras están afectadas por la humedad, pero que no existe un riesgo inminente de derrumbe. Esto hará que los forenses puedan atravesar la pared de la sala adyacennte al órgano para extraer los huesos requeridos.

Los hermanos Lapeña fueron asesinados por su vinculación anarcosindicalista con pocos mesese de diferencia. El veterinario Manuel fue uno de los impulsores de la CNT en Calatayud y fue fusilado en julio de 1936. En octubre su hermano Antonio se entregó a las autoridades para correr la misma suerte frente a las tapias del cementerio de la localidad. Acabó en la fosa común del barranco de la Bartolina, que fue vaciada en el 59 para llenar los osarios de Cuelgamuros.

La familia todavía no ha decidido qué hará con los cuerpos cuando regresen a Calatayud. Lo más probable es que sean enterrados en el cementerio de la localidad. Tras todo el proceso de exhumación quedará aún pendiente la búsqueda de otros ocho cuerpos tras la petición de otros familiares que se sumaron a la demanda.