Como en las mejores películas de Clint Eastwood, un duro se ha apoderado de la ciudad. Inflexible, inalterable, no atiende a razones ni a súplicas. Su ley es solo una: la del más fuerte. A diferencia de las películas de Eastwood, este duro no defiende los intereses de los agraviados, sino que hace el juego sucio de los poderosos. Defiende, con uñas y dientes, su frontera: un millón de euros. Como siempre, los poderosos son pocos, apenas un 0,8% de la población, pero sus intereses deben ser atendidos, aunque así se perjudique al 99,2% restante. No en vano, el duro sabe bien quién manda, sabe a quién debe obediencia.

Debo reconocer que me equivoqué en mi análisis. Tras el nuevo mapa electoral, que auspiciaba alianzas de la izquierda, pensé que la situación del Ayuntamiento de Zaragoza era mejor que la de las Cortes de Aragón, pues las propuestas nítidamente de izquierdas podrían llevar la voz cantante y obligarían al PSOE a tener que optar entre estas o el PP. Imaginaba que la opción, para el PSOE, era clara. Craso error. Tras su derrota a manos de la izquierda real, el PSOE ha decidido hacer pagar bien cara la osadía de aquellos que pretenden suplantarle como referencia de la izquierda y, de ese modo, aprovecha cualquier ocasión para dejar en minoría al nuevo gobierno municipal. Poco importa que para ello haya que hacer profesión de fe monárquica, ellos que en sus congresos se reclaman republicanos, o defender la participación institucional en actos religiosos, ellos que ahora abogan por la denuncia del Concordato, o rendir pleitesía a los poderosos, ellos que hablan de justicia social.

El espectáculo de estos días ha resultado sangrante. Los denodados esfuerzos del gobierno municipal, flexibilizando su posición, que pasó de un límite inicial de 250.000 euros a los 750.000 finales, no han servido para mover un ápice la posición del PSOE. El viernes, en un vídeo para intentar explicar su postura, su responsable de economía declaraba que su posición no era muy distante de la de ZeC. Si eso era así, ¿por qué votó con PP y CIs? Si eso era así, ¿por qué ha sido incapaz de modificar levemente su posición para buscar un acuerdo? El tripartito de la troika, PP-PSOE-CIs, ha sacado su propuesta adelante.

La vieja política, encabezada por uno de los más antiguos profesionales de la misma, Carlos Pérez Anadón, se resiste a ceder terreno. No en vano lo suyo no es servicio, sino profesión. A esa vieja política le parece impensable que un concejal, en el ejercicio de sus funciones, pueda comprobar, in situ, si una empresa contratada por el ayuntamiento cumple con las condiciones que se estipularon, si otra ha implementado las infraestructuras pactadas y pagadas. A esa vieja política, expresada a través de la alianza PSOE-PP, le escandaliza que un gobierno pueda gobernar, de verdad, en beneficio de la mayoría social y que se tome en serio el manejo del dinero de todos.

La alianza entre la política y los intereses empresariales es un hecho del que los juzgados dan cuenta cotidianamente. Los representantes de la vieja política tienen un pacto de sangre con el poder económico que, es evidente, no quieren romper. Nos dirán que es por nuestro bien, nos hablarán de no incrementar la presión fiscal para no espantar a las empresas, cuando la realidad es que esas mismas empresas soportan presiones fiscales más elevadas en otros lugares sin problema aparente, nos dirán que quienes no actúan así es que son unos irresponsables, o unos pardillos. Pero quien aguce el oído podrá escuchar por debajo, como un rumor sordo, la voz de su amo que dice: one million euros, baby.

Profesor de Filosofía de la Universidad de Zaragoza