La ministra Cospedal no decide por su cuenta y riesgo enterrar las tesis del PP sobre el Yak 42. No puede ser algo que decida unilateralmente. Nadie se atreve a hacer algo semejante sin el visto bueno de Rajoy. Cospedal ha sido la voz del presidente en este caso, después de su traspiés cuando iba corriendo. Visto el caso, ambos decidieron aprovechar el informe del Consejo de Estado que tenía fecha de octubre, por cierto. El objetivo estaba claro. Había que evitar otro vapuleo en el Congreso de los Diputados, donde ayer hubieran apuntado todos los partidos de la oposición --y ahora son más-- hacia el presidente, que era el vicepresidente del Gobierno en la época de la tragedia. Renunciar a las tesis de Trillo ahora era y es el mal menor. Además le sirve a Rajoy para revolverse contra Aznar. Trece años después, deja al presidente de entonces, una vez más, en evidencia. Como se quedó con la guerra de Irak. Así desactiva Rajoy otro escándalo que le iba a estallar ayer mismo. Es una operación totalmente orquestada que sitúa a la ministra con mucho más peso junto al presidente. Eso si, una operación caracterizada por la falta total de escrúpulos. A la mentira, ayer la llamaron posverdad.