Los opositores al recrecimiento del embalse de Yesa mantuvieron ayer en Zaragoza una reunión de afectados en la que constataron que, tras 30 años de proyecto, se han incrementado los colectivos y zonas geográficas que pueden considerarse perjudicados por la gran obra hidráulica.

Ya no se trata solo de las familias expropiadas en pueblos como Sigüés y Artieda. Ahora también se consideran afectados los descendientes de lugares como Escó, Ruesta y Tiermas, que aspiran a recuperar las casas de sus antepasados.

Asimismo, según Miguel Solana, presidente de la Asociación Río Aragón, también se puede encuadrar a Zaragoza dentro de los que van a verse perjudicados. «Los zaragozanos tendrán que afrontar el sobrecoste del recrecimiento, que de 113 millones ha pasado a 450», subrayó.

Solana sostiene que los propios habitantes de Cinco Villas se han dado cuenta de que Yesa «representa un modelo de agricultura que ya está superado». «Muchos ven que beneficia a los grandes terratenientes y las grandes propiedades, a menudo de cultivos transgénicos, en detrimento de otra forma más humana de agricultura», ironizó.

Los opositores al macroembalse, que ayer mantuvieron una reunión en el centro cívico Río Ebro de Zaragoza, incidieron en que son muchos los cincovilleses que trabajan en la industria o los servicios y no ven con buenos ojos unas formas de explotación de la tierra que consideran que esquilman los recursos.

CONTRA EL LLENADO // Finalmente, Solana mencionó como perdedores de este proyecto a los habitantes de la montaña, en tanto que han visto sus valles expoliados para la retención de grandes volúmenes de agua.

Iker Aramendía, de Yesa + No, uno de los colectivos que luchan contra el recrecimiento, subrayó que ahora la batalla se centra en impedir el llenado del embalse una vez concluyan las obras de la presa.

En su opinión, esta no resistirá la presión del agua cuando se duplique la capacidad del vaso. Aramendía se refirió al riesgo de seísmo y aseguró que el recrecimiento obedece a unos planes anticuados.

«Si hoy se reevaluara el proyecto de Yesa, no se llevaría a cabo», recalcó el opositor, que reside en Sangüesa, una localidad navarra situada aguas abajo del embalse.

Desde su punto de vista, la obra sigue adelante por la inercia de las muchas décadas que lleva en marcha y porque una serie de empresas de la construcción, determinados políticos y técnicos «reacios a dar su brazo a torcer» se niegan a reconsiderar el proyecto.

Además, hizo mención a los regadíos, que han ido creciendo al margen de las disponibilidades reales de agua, que se han reducido notablemente por efecto del cambio climático.