Llegó José Ángel Biel al Ayuntamiento de Zaragoza ataviado con un traje gris y una corbata a rayas verdes. Estuvo en el despacho del alcalde durante una hora. A pesar de los tensos enfrentamientos mantenidos entre ambos durante la pasada legislatura, el vicepresidente solo puso ayer dos pegas a su visita a la casa consistorial: "El zumo de naranja no era natural" y "espero que la próxima vez no me hagáis subir tantas escaleras". El resto, elogios para Belloch, su política y su "sintonía personal". Ni rastro de las arduas disputas sobre el canon de saneamiento, el cámping municipal, la aplicación del Plan de Gestión Integral de los Residuos, las cesiones urbanísticas de Pla-za y el parque del reciclado... Pecata minuta cuando se es socio de gobierno. "Hemos tenido una magnífica sintonía", dijo Biel, al tiempo que desvelaba que además de cuestiones de ciudad habían hablado de "nuestros antecedentes y nuestra historia personal". En unos segundos se olvidaron de que la pasada legislatura se carteaban para hacerse reproches mutuos y que el propio presidente Marcelino Iglesias tuvo que mediar en la disputa. "El escenario es otro. La política pasa y los escenarios cambian. No hay que hacer de la política una cuestión personal", aclaraba el aragonesista. Y para dejar constancia de este buen rollito, Belloch en persona acompañaba a Biel hasta el ascensor más cercano. Una pega solucionada.