El lenguaje de Pablo Iglesias en el Parlamento español es de tan mal gusto que hasta resulta de dudosa educación comentarlo, pero ciertamente es nuevo y, por consiguiente, noticia. En todas las modas y tendencias hay una primera vez, un principio, una ruptura y hasta hoy nadie había dicho rompedoramente, desde un escaño de la Carrera de San Jerónimo «se la pela», «se la trae floja» o «le importa un huevo». Pablo Iglesias también fue el primero en besarse en público con otro diputado, Doménech, si bien ambos se apresuraron a negar que fueran gais. De momento, no ha negado que se la pele.

Mariano Rajoy, ese político inmutable como el tiempo, no se irritó un segundo con el lenguaje, las alusiones, esas acusaciones de Iglesias de que le importa un huevo el poder legislativo, de que se la suda la actividad parlamentaria y se la pelan las comisiones y hasta las leyes. Antes bien, pareció divertirse y divertido, como si no fuera con él o queriendo demostrar que el líder de Podemos no es capaz de sacarle de sus casillas utilizando un lenguaje impropio, chulesco, convencido acaso Rajoy de que le estaba haciendo un favor, regalándole votos.

Con errores como los de ayer, gana fuerza la tesis de que Pablo Iglesias es una creación de la derecha, un quintacolumnista.

En poco tiempo, este desconocido profesor ha logrado provocar unos efectos que desde el teórico otro lado de la orilla del poder, desde el PP, los poderes fácticos, el sistema financiero, la gente de orden, la concertada, el ejército, los liberales, la iglesia, los empresarios, los nacionalistas moderados, los Ciudadanos, los defensores de la propiedad privada y el libre mercado se aplauden por sus benéficos impulsos para la intención del voto conservador. Cuanto más grita Pablo, mejor se le oye a Mariano, a Albert y al coro del PP.

Creado e impulsado por las televisiones, donde Moncloa tiene mucha mano, Iglesias ha destrozado la izquierda española en un tiempo récord. Ha aniquilado a los comunistas, de los que procede, convirtiendo a su secretario general, Alberto Garzón --político de muy pocas luces--, en su farolillo; declarado la guerra a sus críticos (Errejón) y al partido socialista.

Ojalá me equivoque e Iglesias llegue a ser un gran político, a liderar una izquierda progresista, diferente, moderna e ilusionante.

Hoy por hoy, no parece posible.