Roberto Bermúdez de Castro, además de consejero de Presidencia y Justicia ha sido el portavoz del Ejecutivo durante estos cuatro años. Cada quince días se ha encargado de transmitir a los medios de comunicación los acuerdos adoptados en el Consejo de Gobierno. Misión que ha desempeñado sin sobresaltos, con claridad.

Si por algo se ha caracterizado Bermúdez de Castro ha sido por no morderse la lengua. No le ha temblado la mano para abordar asuntos espinosos, como el funcionamiento del Ingreso Aragonés de Inserción (IAI); ni para defender la posición del Gobierno, por ejemplo, frente a la Universidad de Zaragoza. Tampoco a la hora de hacer autocrítica, como con la corrupción que afecta a su partido, o incluso para criticar, aunque sea veladamente la gestión de algunos miembros del Ejecutivo, tal como sucedió con las listas de espera y el consejero Ricardo Oliván. Ha sido el encargado de dar la cara, y defender, con más o menos convicción, los recortes de estos años de crisis económica.

Bermúdez de Castro ha sabido mantener un relación cordial con la prensa. Y ha normalizado el contenido de las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Gobierno, después de una etapa en la que las cuestiones concernientes al Ejecutivo y de partido se mezclaban de forma habitual. Durante estos cuatro años no se ha hablado de asuntos concernientes a la vida interna del PP, y si se ha hecho ha sido fuera del cauce habitual.