El negocio de la venta de palmas para el Domingo de Ramos ya no es lo que era. María Ángeles Roy, vendedora, todavía recuerda el tiempo en el que su abuela regentaba el puesto que ahora lleva en la calle Delicias. La tradición ha ido pasando entre las mujeres de la familia, y ahora le toca a ella asentar el puesto los días previos a Domingo de Ramos. Y ella, como opina la mayoría de los responsables de los tenderetes, cree que desde que los supermercados empezaron a comercializar el producto, los vendedores de calle no han hecho más que perder clientes año a año.

"El otro día comenté con mi madre que, como la cosa siga así, tendremos que cerrar el puesto algún día", explica, aunque por el momento confía en que no sea al año que viene. "Tan pronto no podrán conmigo", sentencia. Porque María Ángeles ha notado hasta un 30% de pérdidas en los últimos años.

Rosa Bernal, que desde el año 1993 regenta su puesto en el paseo Independencia se ve obligada a reciclar las palmas que le sobran de un año para otro, porque al igual que María Ángeles teme que el producto se quede sin vender, como le sucedió el año pasado. "Las he pintado de colores y las sacaré mañana en la plaza del Pilar; en los supermercados también lo hacen", dice. "Si te quedan palmas pierdes todo lo que has ganado, por eso también he ido a pueblos donde no tienen supermecado; ahí se gana". Y si no son los propios vendedores los que las vuelven a utilizar, son los clientes, que se acercan solo a comprar chucherías para colgarlas de una palma ya bendecida y seca. El ahorro es lo primordial.

Tradición dulce

La tradición de la palma se mantiene, sobre todo, gracias a los abuelos. Rachid Benkiram, que regenta un puesto en la calle Delicias desde que la anterior propietaria se jubilase, no entiende por qué no se fomenta más esta costumbre. "Yo no soy religioso, pero es algo que las instituciones tendrían que promover. No debería perderse".

Además de la insistencia de los abuelos por llevar a los nietos a bendecir la palma, los caramelos son el principal reclamo para que los más pequeños pidan insistentemente una nueva. Los paraguas de chocolate, los chupetes o los platanitos colgantes han quedado desfasados con la aparición de nuevos dulces más modernos. Ahora lo que se lleva es colgar a la Hello Kitty o a Bob Esponja de la elaborada palma. "La mayoría viene buscando caramelos y no gastan en una palma nueva porque, como mis hijos, muchos la usan para barrer el suelo o juegan como si fuese una espada", cuenta María Ángeles, que dispone de una variedad de más de 70 chuches diferentes en su tenderete.