Zaragoza convive desde el martes con un elemento nuevo en sus calles: el patinete eléctrico compartido. Su color naranja no es lo que más curiosidad despierta a los viandantes, sino que están ahí, en medio de cual quier calle o plaza de la ciudad, como si estuvieran abandonados, pero ojo, no lo están.

Que se lo digan a una pareja de origen portugués afincada en la capital aragonesa que se dedica a la chatarra y que ayer, en el día de estreno de este servicio, fueron detenidos por un delito de hurto en grado de tentativa. Ante la jueza que les ha dejado en libertad, pidieron perdón y explicaron que todo fue un error.

G. A. S. y F. D. D. declararon, asistidos por su abogada Olga Oseira, que no sabían nada de la existencia de estos patinetes. «Íbamos en la furgoneta por la calle mirando qué hierros podíamos recoger y lo vimos ahí, nadie estaba cerca y pensamos que nos serviría», señaló el hombre, quien apuntó que no llegó a meterlo en el vehículo porque «era un desperdicio» para chatarra por estar nuevo. El precio del mismo se acerca a los 500 euros.