Dos bicicletas, un casco y una mochila cargada a sus espaldas de objetos personales y espíritu ecologista a partes iguales. Fue todo lo que necesitaron Inka Vogt y Fabian Beverigne, dos jóvenes neozelandeses de 19 y 18 años respectivamente, para iniciar su recorrido por buena parte de Europa en este vehículo de dos ruedas. Esta “locura”, como ellos mismo califican, de 10.000 kilómetros, y nueve meses de continuo pedaleo, parte con un claro objetivo: concienciar a la gente sobre la importancia de luchar contra el cambio climático. Ahora frenan en Zaragoza para hacer llegar su relato cargado de ecologismo a distintos rincones y espacios- escolares y universitarios- de la capital aragonesa.

“La mayor contribución que queremos hacer con nuestro viaje es concienciar al mundo sobre el cambio climático y sobre la acción a favor del clima, haciendo ver a las personas que se puede viajar como lo hacemos nosotros”, afirman esta pareja, unidos por la ecología y los sentimientos a partes iguales.

No son deportistas profesionales, ni tampoco ha invertido un tiempo excesivo de preparación física para cumplir el reto. “Nos parecía sencillo”, relatan. Su juventud no está reñida con su filosofía medioambiental, la cual la han mamado desde muy pequeños. Los progenitores de ambos trabajan en pro de la conservación medioambiental y, en concreto Fabian ya ha participado en voluntariados relacionados con la lucha frente a la contaminación atmosférica y la preservación animal. “Yo procedo de Sudáfrica y allí no les importa mucho el medioambiente. Cuando me mudé con mi familia a Nueva Zelanda vi que era un tema más extendido, de preocupación general”, añade Inka.

Itinerario planeado por Inka y Fabián /United Nations

La travesía, bautizada como Europa on four wheels (Europa sobre cuatro ruedas), comenzó como una iniciativa personal que fue cobrando fuerza a raíz de que las Naciones Unidas contactaran con ellos para que fueran embajadores de Climate Now e Impulso para el Cambio, dos proyectos a escala mundial, amparados por la O.N.U., en las que personas, empresas e instituciones actúan frente a la reducción de la huella de carbono calculando sus emisiones de Co2 y creando fondos destinados a proyectos de desarrollo sostenible.

Los jóvenes relatan el empeño que tuvieron que poner para que esta ilusión inicial se convirtiera en un proyecto real: “En el último año de instituto tuve dos trabajos para conseguir ahorros para el viaje”, subraya Fabian. Según ellos, en Nueva Zelanda es “común” tomarse un año sabático tras acabar la Secundaria para viajar alrededor del mundo, pero hacerlo en bicicleta es “más inusual”.

Tras un largo proceso de documentación, consultando aplicaciones y blogs de ciclistas que habían realizado un recorrido similar, el proyecto daba el pistoletazo de salida desde el aeropuerto de Wellington con destino a Oporto, el punto de partida de una ruta “flexible y abierta” que comenzó el 27 de marzo.

“No pudimos evitar ir en avión hasta Portugal, aunque también pasamos tres meses en barco para llegar. En todo momento calculamos las emisiones durante el trayecto, las cuales ya han sido compensadas”, comentan.

En poco más de un mes que llevan de trayecto, ya han recorrido buena parte de Portugal, cruzando la frontera con España, siguiendo por el Río Duero, pasando por Madrid, Burgos y Valencia hasta llegar a Zaragoza. Y es que el ritmo que llevan no está al alcance de cualquiera: “En Portugal hacíamos en torno a los 30 km, ahora en España hacemos 70 de media e incluso 100”, aseguran.

Por el camino, han dejado anécdotas, aprendizaje, charlas y entrevistas con personalidades de diversas empresas y asociaciones como Iberdrola o la Fundación Biodiversidad, en la capital española, respondiendo así a su papel de embajadores del proyecto de Naciones Unidas. No obstante, preguntados sobre el adjetivo que mejor describe su experiencia, no dudan en afirmar que la hospitalidad de la comunidad portuguesa y española: “Nos han ofrecido incluso quedarnos más de una noche, pero no queremos abusar”, sostienen entre risas.

Su presupuesto es ajustado, pero “alguna noche la hemos pasado en un hostal” e incluso han podido disfrutar de un café. Por norma general, se limitan a consumir lo mínimo.

ALTO EN ZARAGOZA// Zaragoza ha sido una de las ciudades escogidas para hacer un alto en el camino. Llegaron el domingo y durante sus dos días de estancia, lunes y martes, no han parado.

El instituto Pedro de Luna y la antigua Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza han sido los lugares donde han ofrecido su experiencia a alumnos del propio centro escolar como del CULM (Centro Universitario de Lenguas Modernas) de la Universidad de Zaragoza, quienes les han acompañado y guiado durante esta parada.

“Consideramos que el relato de su experiencia supone un gran aprendizaje para los alumnos de nuestro centro. Dada su juventud, es muy enriquecedor”, afirma Julia Jiménez, directora de CULM.

La entidad sostiene que el balance con Inka y Fabian ha sido muy positivo y no descartan incluir otra iniciativa de este tipo en su programa de actividades. “Desde CULM ya disponemos de programas como el `intercambio tándem´ con el que pretendemos conectar a nuestros estudiantes con los que vienen de Erasmus. En cuanto a realizar más conferencias de este tipo, sí que estamos abiertos”, confirma Jiménez.

REDES SOCIALES, PLATAFORMA DE DIFUSIÓN// Las redes sociales se han convertido en un pedal más de su bicicleta. A través de su cuenta en Facebook e Instagram, así como en su blog, relatan sus vivencias e ilustran sus encuentros con los locales y personalidades con las que se reúnen. Todo un cuaderno de viaje que en sus adentros guarda un fin más profundo: “Con el movimiento en las redes queremos llegar a la gente más joven. Somos el futuro y si no hacemos el cambio ahora, no podremos salvar el planeta”, apuntan.

Pero esta bitácora no está cerrada. Tras el descanso en Zaragoza ponen rumbo a Barcelona con las pilas cargadas, donde darán una conferencia en la Universidad el próximo viernes. Al horizonte quedan sus próximos destinos- Francia, Italia, Alemania, Grecia y Serbia, entre otros- hasta alcanzar Bonn, la meta prefijada para el próximo 28 de diciembre, donde visitarán la sede de la secretaría de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

Son casi 8 meses los que restan y unos 9.000 kilómetros; un camino largo y duro para unos jóvenes que han sabido hacer de su compromiso ecológico y la fuerza de sus piernas el mejor motor y el espléndido combustible para que la preservación medioambiental cale a lo largo y ancho del continente europeo.