Es frecuente -y comprensible- que las valoraciones periciales de acusaciones y defensas en los juzgados varíen enormemente, sobre todo si se trata de asuntos económicos. Pero no deja de sorprender que el análisis de las mismas pruebas pueda divergir hasta el punto en que lo hizo ayer, en la cuarta jornada del juicio con jurado por el homicidio del joven Robert Racolti, en Ricla.

Donde los peritos forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) no ven «signo alguno» de forcejeo previo al disparo mortal, los de la defensa observan un sinfín de ellos. Y si para los primeros, el acusado Francisco Canela era «dueño de sus actos» cuando disparó, los segundos afirmaron con igual rotundidad que sufría «enajenación mental transitoria», que lo haría incluso inimputable.

Los forenses del IMLA detallaron cómo, según sus análisis, el disparo mortal hubo de producirse con la víctima mirando hacia el arma, a más de 50 centímetros de distancia, porque ni había quemadura propia de un disparo a quemarropa ni tatuaje de restos de la deflagración en la piel. La bala entró con una trayectoria horizontal (del arma respecto a la cabeza), por la sien izquierda, ladeada de forma que salió también por la parte izquierda, algo más centrada, de la nuca.

El proyectil se fragmentó en tres pedazos, uno de los cuales salió. Otro se le extrajo en la cirugía (inútil, porque los fragmentos de hueso le destrozaron el cerebro) y un tercero, en la autopsia.

La lesión produjo a su vez un hematoma en uno de los ojos, que se conoce como antifaz o mapache -cuando sale en los dos-, provocado por la propia hemorragia interna, no por un puñetazo como pudiera parecer, advirtieron los forenses. Aparte de la lesión mortal, la víctima solo tenía una marca punteada en los dedos que podría corresponder con una cremallera, que para los forenses no prueba un forcejeo.

El de la defensa coincidió en que no fue un tiro a bocajarro, pero alegó que sí pudo ser más cercano, porque la propia Guardia Civil expuso en su informe que el primer análisis de los restos de pólvora pudo afectar al segundo, y desvirtuarlo.

Además, explicó, la lesión de la cremallera, y las múltiples del acusado (hematoma en el ojo, en la oreja, en la pierna...), así como los cristales rotos, patada en la puerta y demás en la bodega, indicarían una pelea previa. Negó que fuera un «tiro de ejecución» -como menciona un informe de la Guardia Civil que se expondrá hoy- porque estos, por su experiencia forense en ajustes de cuentas, son mucho más centrados en la cabeza y «precisos».

Por otro lado, y a falta de análisis de alcoholemia, los forenses de la defensa dedujeron que Canela es un politoxicómano que estaba fuera de sí cuando disparó, y mucha gente le vio ido. Los del IMLA, sin embargo, creen que sabía lo que hacía, entre otras cosas porque recordaba muchos detalles como para ir ebrio.